domingo, 29 de abril de 2007

Partida

Artior se levantó de la cama de un salto y llegó a la puerta justo en el instante que su inesperado visitante se acercaba a ella. Había empezado a llover ligeramente pero las nubes no habían cubierto la Luna de Endra, que iluminaba la entrada de la cabaña con su luz plateada. Artior abrió y lo que vio le dejó boquiabierto: una hermosa y joven elfa cuyo cabello dorado y ligeramente humedecido era bañado por la luz de la luna, el resplandor de la cual también iluminaba un sensual cuerpo que se dibujaba en la ceñida ropa de la muchacha. Mientras ella recuperaba el aliento Artior pudo ver como su suave rostro había sido bañado por unas lágrimas que querían volver a aparecer pues sus profundos ojos azules reflejaban una profunda tristeza que nunca antes había visto allí y que se clavaba en lo más profundo de su corazón.
- ¡Daphny...! - Dijo Artior con ternura acercándose a ella.
- ¡...Artior...! - Dijo ella lanzándose a sus brazos y dejando que aquellas lágrimas apenas contenidas volvieran a resbalar por su rostro. Artior, que apenas pudo mantener el equilibrio, la abrazó suavemente mientras ella sollozaba. - ¿Por qué tienes que irte? No quiero que te vayas, yo... yo...
- Daph...
- Oí como Drentor hablaba con padre. Dijo que os teníais que marchar urgentemente y que el pueblo debía de guarecerse en la zona profunda del bosque. Dijo que quizás no volveríais nunca más. Dijo que si quería despedirme que viniera, que mañana ya no habría tiempo. Yo... Yo no quería creerle... Me vine aquí corriendo... Quería verte - Ella le abrazó con fuerza mientras trataba de contener sus lágrimas. Él la abrazaba y sentía como le latía el corazón.
- Yo tampoco querría marchar, pero me temo que no puedo elegir. Es posible que yo os esté poniendo en peligro a todos
- Pero... ¿Porqué dices eso? - Preguntó ella que había dejado de llorar. El tono triste de aquella afirmación le había hecho reaccionar
- Es algo que me dijo una vez Drentor. Lo había olvidado pero todo esto me lo ha hecho recordar. No sé lo que está pasando, pero me temo que tiene que ver conmigo - Ella lo miró fijamente. Conocía aquellos ojos y cada uno de los detalles de su rostro, pues que habían crecido juntos, y la profundidad de aquella tristeza le sorprendió. De pronto cobró consciencia de la situación en la que se encontraba: abrazado a Artior, que la necesitaba, al que necesitaba y al que amaba con toda su alma. Volvía a sentir latir su corazón con fuerza, volvía a sentir que lo deseaba, pero a diferencia de otras ocasiones, no podía esperar, no quería esperar pues probablemente esa fuera la última vez que lo viera.
- Arty - dijo mientras fijaba su mirada en él y cobraba un color ligeramente sonrojado - Quiero que... tú seas... el primero - Lo miró con esa sonrisa dulce, con esos ojos llenos de vida que le hacían temblar de pies a cabeza, lo dijo con esa voz con la que soñaba despierto.
- Daph... - Dijo él mientras se perdía en la profundidad de sus ojos. Sentía la presencia de su cuerpo junto al suyo, como sus pechos se apretaban a su cuerpo, como latían ambos corazones - Sabes que yo soy elfo. Y ni siquiera soy exactamente humano aunque lo parezca. No sé que soy ni dónde pertenezco.
- ...Arty... - Dijo suavemente y con una pícara sonrisa añadió - No discutas la decisión de una elfa
Ella acercó sus labios a los de él, él dejó que se acercaran, y mientras su almas se unían, sus cuerpos se fundieron en un largo beso.


Artior oyó como su Drentor lo llamaba. Recién había amanecido y había dormido profundamente, aunque era consciente de cuando su abuelo había vuelto y de que éste había estado despierto toda la noche, trabajando en algo. Se incorporó de la cama y se quedó unos instantes observando el hermoso cuerpo desnudo de Daphny, como su suave cabello dorado cubría parcialmente sus firmes senos sonrosados, la perfección de la silueta, la suavidad de su piel. Si hubiera sido por él la hubiera despertado de un beso y hubieran vuelto a hacer el amor otra vez, apasionadamente, sus cuerpos otra vez juntos, sus labios junto a los suyos, sus almas otra vez una. Pero sabía que no podía ser, era la hora de despedirse y ese pensamiento se clavó en su corazón como una afilada aguja. Acarició suavemente sus mejillas sonrosadas y ella abrió los ojos poco a poco, se giró hacía él y sonrió mientras se desperezaba. Aquellos hermosos ojos azules que le miraban y el cuerpo de la hermosa elfa que había quedado totalmente al descubierto hicieron que Artior no pudiera apartar la mirada.
-¡Arty! - Dijo ella al darse cuenta, mientras su rostro tomaba un tono rojizo pero sin poder evitar esbozar una sonrisa. El sonrió, se acercó a ella dejando que los brazos de la elfa lo abrazaran y la besó una vez más. Entonces la miró y un sentimiento de tristeza volvió a invadirle, resbalándole una lágrima por su mejilla.
- Me temo que es hora de partir. Drentor me está llamando- Ella lo miró sintiendo también la tristeza en su corazón, pero sonrió y le dio un beso en la mejilla, sin poder evitar tampoco que sus ojos se humedecieran
- Baja mi amor, yo bajaré en un momento.
Artior se vistió rápidamente y bajó las escaleras, girándose para mirarla otra vez, desnuda, hermosa y con sus ojos azules fijos en él.

Abajo le esperaba Drentor, mirando a lo lejos a través de la ventana abierta. Ya había empaquetado sus cosas pero le llamó la atención ver al lado de la puerta el hermoso arco que su padre adoptivo guardaba con especial cuidado. En realidad era un arco sencillo, con tan solo una par de inscripciones en cada uno de los extremos, pero la elegancia de la forma y el color del material con el que estaba construido le hacían misteriosamente bello. Junto al arco, las flechas, hechas por el propio Drentor, pero lo que más le sorprendió fue ver que llevaba en el cinto la espada, la cual nunca llevaba.
Estaba acabando de bajar las escaleras y abrió la boca para decir algo, pero un objeto capturó su mirada: encima de la mesa estaba su propio arco mas, junto a él, había una espada que no había visto nunca. Fuera de su funda, aquella espada de empuñadura dorada parecía llamarle. Por alguna razón no podía dejar de mirarla, en especial a un signo extraño grabado en su hoja que le resultaba muy familiar, aunque no podía recordar dónde lo había visto. Se acercó a ella mirándola fijamente deseando cogerla, asustado y excitado, sentía como si de alguna forma hubiera encontrado algo que había estado buscando desde siempre sin ni siquiera saberlo. Giró la cabeza hacia Drentor, confundido y sin entender que es lo que pasaba.
- Coge TU espada. No temas. Esa espada tiene un vínculo contigo que va más allá de lo que conozco y guarda el secreto de tu origen, pero es sin lugar a duda tuya, pues lleva tu símbolo escrito en su hoja, y no te hará ningún daño.
- ¿Mi símbolo...? - Artior se puso instintivamente la mano en el hombro derecho. Era allí donde había visto antes aquel signo, formaba parte de él y nunca se había preguntado su significado hasta ese momento, y ni siquiera era consciente de él pues era algo normal que había estado allí siempre. Una suave luz roja emanó de la espada y Artior sintió como ésta le llamaba
- Par... parece que esté viva - balbuceó
- Puede que lo esté. Estas espadas guardan más de un secreto. Y os protegieron el tiempo suficiente para que os recogiéramos.
- ¿Os? - preguntó sorprendido. Drentor dudó unos instantes antes de contestar
- Es una larga historia y ahora no hay tiempo. Mi buen amigo te lo explicará todo, pero ahora debemos estar preparados pues los enemigos se acercan y estarán aquí en unas pocas horas - Señaló una nube de pájaros que se levantaba a lo lejos, delatando a quienes estaban atravesando el bosque.
Artior miró un instante a lo lejos pero pronto sus ojos volvieron a posarse en la espada. Sentía su llamada y ya no tenía miedo, alargó la mano y, sin dudarlo, la cogió. Una luz intensa invadió la habitación y Artior sintió como si alguien le abrazara desde más allá del tiempo y el espacio, sintió el calor de una madre que nunca había conocido, el de un padre que le miraba orgulloso, el de un pueblo entero que gritaba su nombre. Entonces la espada dejó de brillar y le pareció que le decía - Algún día lo entenderás.
Se quedó mirando unos instantes la espada, pero ésta parecía inerte, como si nunca hubiera brillado, como si se lo hubiera imaginado. La enfundó y se la colocó en el cinto. Drentor lo miró, le puso una mano en el hombro y le dijo:
- Sé que tú destino no es fácil, y creo que de alguna forma tú también lo sabes. Pero recuerda que no estás sólo.

- ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha sido esa luz? - Daphny bajaba corriendo por las escaleras asustada.
- Daph... No ha sido nada... Yo... La espada...
- Tranquila pequeña. No tienes que preocuparte. - Dijo Drentor suavemente. Ella lo miró, miró a Artior, miró las mochilas y las armas, y el desconsuelo la invadió sin que pudiera evitarlo. Se lanzó a los brazos de Drentor con lágrimas en los ojos mientras decía...
- ¡No os vayáis! ¡No quiero que te vayas tiíto! ¡Ni Artior tampoco! ¿Quién me va a decir que no sé disparar con el arco? ¿Quien me va a hacer el arco que me prometió? ¿Quien se quejará de que no tengo gusto en vestir? ¿A quien sorprenderé cuando están pescando? ¿Quién...? - Drentor la abrazó con cariño, dejándola llorar en sus brazos y esperando que se calmara. Cuando ello sucedió, le secó las lágrimas de los ojos con sus manos y le dijo cariñosamente:
- Mi niña, sabes que tiene que ser así. Sé que nos echarás de menos, aunque quizás no más que nosotros a ti. Quisiera poder quedarnos para siempre o volver pronto pero nos tenemos que despedir aquí. No tenemos mucho tiempo y tienes que volver con los tuyos y guareceros en la seguridad del bosque. Necesitarán a la mejor arquera del pueblo del bosque de Endra.
Ella sonrió. Aunque sabía que le decía aquello para consolarla, aquellas palabras le reconfortaron.
- Tienes que irte enseguida, pero primero he de ir a buscar una cosa. Despídete de Artior.
En cuanto Drentor desapareció tras la puerta, Daphny miró a Artior. Él la miraba, mientras una lágrimas recorría su mejilla
- Estás llorando - le dijo ella con una sonrisa juguetona pero con su rostro aún húmedo. Él siempre se giraba y decía que no era verdad y ella se burlaba de él. Pero está vez se acercó a ella y la abrazó
- Daph...
- Arty...
Sus labios se juntaron una vez más. Aquello era un último beso, un beso de despedida. Sus almas se fundieron una última vez y se dijeron adiós. Abrazados aún, ella dijo suavemente:
- Sabes que no te esperaré.
- Lo sé - dijo él con tristeza
- Y sabes que no te perdonaré que tú me esperes a mi. No quiero cargar con eso. - Dijo simulando estar enfadada
- Eso también lo sé - Sonrió al verle fruncir el ceño
- Pero tampoco se te ocurra olvidarme...
- ¿Como podría olvidarme de una elfa tan molesta y ruidosa - bromeó
- Eres un antipático - se quejó ella. Pero sintió como el la abrazaba más fuerte, como si no quisiera que escapase y ella le correspondió. Y así estuvieron durante unos segundos, unos minutos o una eternidad. Cuando se separaron volvió a aparecer Drentor, como si hubiera estado esperando, y llevaba un paquete entre las manos.
- Había querido esperar hasta tu cumpleaños, pero tendré que dártelo ahora
Daphny cogió el paquete intrigada y lo abrió.
- ¡Tiito! ¡Es una arco precioso! - Lo cogió y extendió su mano como si fuera a disparar - ¡No pesa nada! ¡Es perfecto! ¡Parece hecho a mi medida!
- ¿Parece? - El viejo elfo frunció el ceño aunque no puedo reprimir del todo una sonrisa - ESTÁ hecho a tu medida - Daphny le miró y sonrió.
- Gracias tiito - La elfa se lanzó otra vez a los brazos de su tío llorando de nuevo. Después se separó de él y miró hacia la ventana - Es la hora, ¿Verdad?
- Sí. Debes irte ya.

Dejó el arco apoyado en la pared, volvió a abrazar a Drentor y le dio un beso en la mejilla. - Adiós tiíto - Fue entonces para Artior, le abrazó también y le besó en la mejilla -Adiós Arty- Se giró y se fue hacia la puerta mientras ambos la miraban. De pronto se giró, se lanzó a los brazos de Artior y le besó en los labios, fundiéndose una vez más en un beso apasionado. Tras ello se fue de un salto hacia la puerta, recogió el arco y se marchó corriendo sin mirar atrás, sin dejar que la vieran llorar otra vez.
- ¡Daph! - gritó Artior


Durante un rato guardaron silencio, hasta que el joven volvió a prestar atención a las aves que elevaban su vuelo sobre el bosque a medida que algo avanzaba bajo ellas.
- ¿Que es eso que se acerca? Parece un ejército por el alboroto que están armando. - Dudó un momento y continuó - ¿Es por mi?
- Sí, creo que te buscan a ti o algún rastro y es un ejército de un tipo que esperaba no volver a ver jamás. No te enfrentes a ellos a no ser que no te quede otro remedio, pues aún no ha llegado el momento. Yo les entretendré para facilitarte el camino.
- ¿¡No vienes conmigo!? - Preguntó sorprendido.
- No. Nos encontraremos más adelante, yo me tengo que encargar de unos cuántos asuntos.
- Pero... ¿No te enfrentarás a ellos tú solo?
- Estaría bien, sería entretenido - Drentor sonrió - Pero tranquilo, no estoy tan loco para enfrentarme a ellos yo solo.
- Pero...
- Ya te he dicho que nos veremos más adelante. Ten confianza.
- Entonces... ¿Dónde tengo que ir...? - dijo dándose por vencido. En ese momento oyó algo -Alguien se acerca. Es bastante silencioso, debe ser alguna avanzadilla - dijo preocupado
- Es tu guía y llega justo a tiempo. No conoce muy bien el bosque, así que tendrás que mostrarle el mejor camino a través de él para llegar donde te diga. Nos marchamos ya
Airtor le miró intrigado. Aquello era cada vez más raro. De pronto notó algo extraño, le pareció oír el palpitar de un corazón, sólo una vez y muy fuerte. Miró a su abuelo pero él no parecía haber notado nada
- ¿Qué sucede Artior?
Volvió a oírlo y entonces supo de donde había venido aquello. Sacó la espada de su vaina y los signos de la hoja brillaron y se apagaron. Al cabo de un instante volvieron a hacerlo otra vez, como si el corazón de la espada latiera.
-¿Que... qué sucede? - dijo con la espada en la mano
- Así que lo ha notado.
- ¿El qué?
- Que se está acercando
- ¿El qué? ¿El peligro? ¿El ejército enemigo?
En ese instante se abrió la puerta y una chica de una edad similar a Artior apareció. Intentaba recuperar el aliento y tenía el rostro desencajado, blandiendo una espada en la mano.
- Drentor... - dijo la extraña que parecía conocerle al viejo elfo - Mi espada...
Artior miró fijamente a la extraña, era como si la conociera, y ella se percató entonces de su presencia y lo miró sorprendida. Ambas espadas latieron, con más fuerza, e irradiaron una fuerte luz. Entonces empezaron a comprender.
- ¡Hermano!
- ¡Hermana!


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