miércoles, 27 de junio de 2007

Batalla junto al antiguo hogar

- Por fin vienen - dijo Veilton sonriendo
- Sé que no es necesario que te lo diga, pero son muchos y podríamos tener problemas - contestó Drentor quien, sin embargo, no parecía demasiado preocupado.
- Si, podrían llegar a ser peligrosos si supieran a quien se enfrentan. Pero no sólo no lo saben sino que están excesivamente confiados.
Tras asentir a las palabras de su amigo, Drentor desenvainó la espada mostrando los símbolos rúnicos grabados en ella. Aquella era Dreistar, la legendaria espada del gran héroe élfico conocido como el señor de los bosques. Era liviana y resistente pero, sorprendentemente para una espada de leyenda, no poseía ninguna magia propia que la hiciera extraordinaria. Mas sí poseía una característica especial: era capaz de guardar magia. No era en sí misma una propiedad excepcional pero luchando junto a un mago de gran poder y en las manos hábiles de un elfo casi invisible, la convertían en el complemento perfecto.
Veilton miró aquella espada con admiración y cierta nostalgia mientras Drentor se la acercaba a sus manos
- ¿Fuego y hielo como les gusta a esos bichos? - preguntó el elfo
- Si, aunque le añadiremos una sorpresita adicional - respondió el mago
- ¿Te he dicho alguna vez que no me gustan tus sorpresitas?
- Si, cientos de veces - ambos dejaron escapar una carcajada mientras el experto mago combinaba magias tan dispares como el frío y el fuego en el filo de la espada, algo al alcance de muy pocos.

- Vienen Unos 40 por cada uno de los 5 direcciones y cuatro de los magos parecen apunto de lanzar algo contra nosotros. El más poderoso de ellos, el que parece ser su líder, está quieto. - Observó Drentor
- Bien, está confiado y no cree necesario intervenir. Muy propio de ellos. Ocúpate de los que llevan armaduras azuladas, que son inmunes al fuego, y yo lanzaré unos aritos de llamas para entretener al resto. Esos monigotes que has montado deberían engañar a esos hechiceros del tres al cuarto desde esta deistancia - dijo mirando a unas figuras de barro de aspecto humano
- Veo que te sigue gustando los planes rebuscados.
- Mientras sigan creyendo que se enfrentan a enemigos inferiores tendremos ventaja y ellos bajas. Mejor no correr riesgos innecesarios. ¿Puedes acertar desde aquí a alguno de los magos?
- No, están muy lejos.
- Lástima. Empecemos entonces.
Drentor clavó la espada en el suelo y sacó el arco mientras Veilton se esforzaba en limitar su poder. Una suave aura de magia apenas imperceptible le rodeó y un semicírculo de fuego se expandió alrededor suyo. Sabía que los magos enemigos habían protegido mágicamente a sus fuerzas y dado que era capaz de percibir con qué poder, dotó a su fuego de la fuerza justa para sobrepasar esa protección, lo justo para eliminar a sus adversarios pero simulando que era ése todo su poder. Y tal como lo planeó así sucedió: más de cien enemigos empezaron a arder bajo sus armaduras, quedando en pie no más de una treintena de seres inmunes al fuego que las certeras flechas de Drentor se encargaron de abatir.
Mientras, por la espalda se oyó un estruendo y aquellos que se abalanzaban por esa zona quedaron atrapados por dos zanjas que se abrieron en la tierra. Las piedras y tierra que antes ocupaban el espacio de aquellas agujeros en el suelo acabaron con los que no había caído en éstos.
- Así que eso es lo que preparaste mientras me esperabas - dijo el elfo
- Tardabas mucho y me aburría. - contestó encogiéndose de hombros - ¿Como están las cosas ahora?
- Han perdido la mitad de sus efectivos. ¡Pero han destrozado mis preciosas esculturas de barro ! - dijo el elfo señalando a los restos que habían sido alcanzados por sendas bolas de fuego.
- Han atacado sin comprobar nada y descuidadamente. La próxima oleada será más peligrosa. Y lo siento por tus obras de arte, que descansen en paz.
- Pues no deberíamos permitirles una segunda ronda. Hay que aprovechar que están confusos y no dejarles que se reorganicen. Acabemos con su líder que parece que ha despertado.
- Muy propio de ti - dijo Veilton con una sonrisa - Supongo que traes una de tus flechas especiales.
- Por supuesto - contestó alargando una al mago - Aquí tienes una de especial esperando ser cargada.
Veilton cogió la flecha en sus manos y la magia fluyó a través de ellas, concentrándose en la punta de aquella flecha, creada por las mismas manos que la espada.
- Parece que nuestro amigo ha percibido algo - dijo Drentor
- Era de esperar. Rellenar tus flechitas no es fácil de disimular
- Ya no importa. Es tarde para él - Dijo Drentor mientras cogía la flecha de las manos del mago y la disparaba hacia el cielo en la dirección del mago enemigo - Yo me ocupo del mago de delante y del grueso de la tropa. Te dejo a ti el resto.
- Siempre te llevas tú toda la diversión - se quejó el viejo mago
Drentor le guiñó un ojo, cogió la espada clavada en el suelo y se lanzó hacia delante, zigzagueando de árbol a árbol. Mientras una flecha alcanzaba su punto álgido e iniciaba su descenso cuando una sombra se abalanzó sobre ella. El halcón la cogió entre sus garras con una gran precisión y a una velocidad vertiginosa se dirigió hacia su objetivo como ya había hecho en otras ocasiones. Totalmente desprevenido del peligro que venía por alto éste estaba trazando sus planes contra un enemigo que le estaba dando más problemas de los esperados. Su anterior confianza en una victoria fácil se había convertido en una ira repartida a partes iguales entre sus enemigos y los ineptos de sus camaradas. Se sentía decepcionado y enfadado e iba a castigar duramente a sus aprendices por su fracaso una vez él, personalmente, se encargara de la victoria final. Su intuición le hizo mirar al cielo para ver como algo se aproximaba a gran velocidad y, a pesar de que una barrera mágica le protegía, sintió miedo, sobretodo cuando le pareció reconocer la silueta de un halcón cabalgando sobre una flecha tal y como contaban aquellas leyendas que nunca había creído, hasta ahora. Hubiera querido huir y esconderse pero ya no tenía tiempo así que alzó su báculo en un intento desesperado de defenderse pero el halcón era demasiado hábil y experimentado y, tras atravesar la barrera mágica sin aparente dificultad, corrigió la trayectoria en una fracción de segundo para evitar el báculo y remontó el vuelo dejando que la flecha siguiera su camino y se clavara en el corazón del mago enemigo.

Cuando el resto de sus compañeros oyeron el estallido ya era demasiado tarde para su líder y tan sólo pudieron ver como Falkyn alzaba el vuelo victorioso. Confusos, irritados y asustados ordenaron a todos los zeistels que atacaran al halcón mas no había tiempo de reaccionar pues una sombra apareció tras un árbol sesgando la cabeza a 5 de ellos, uno tras otro, con una espada que expulsaba fuego, hielo y una luz cegadora cada vez que partía en dos a uno de sus enemigos. Tras ello volvió a desaparecer, como si hubiera sido un fantasma. Cuando volvió ya era demasiado tarde para el mago y aquellos que le rodeaban, pues murieron sin siquiera ver a su enemigo que saltaba sobre ellos desde una rama cercana para luego internarse en el bosque.
El resto de magos ordenaron precipitadamente que siguieran y mataran al osado intruso, por lo que la mayor parte de los que quedaban vivos, unos doscientos, le siguieron hacia el bosque, quedándose ellos con tan sólo unos pocos que les protegieran. Pero sus problemas no habían acabado allí y en el centro de la zona habían estado atacando notaron una fuerza que les desafiaba, una magia más poderosa incluso que la de su difunto líder. Sin capacidad de reaccionar ni valor para enfrentarse a su derrota intentaron huir pero también era tarde para ellos y fueron alcanzados por un poder que no eran capaz de resistir. Apenas lograron ver como los zeistels iban cayendo uno tras otro ante un enemigo superior en agilidad y fuerza, y nunca supieron que el resto de sus tropas morían una a una sin ni siquiera poder ver a quien se enfrentaban, al señor del bosque.

Drentor salió de entre las sombras de un árbol limpiando la espada y las flechas que había recuperado, con el rostro preocupado.
- ¿Que ocurre? - preguntó el mago
- Había un Kreilor. No he podido hacer nada para atraparlo.
- Era de esperar. Llevará noticias a nuestros enemigos de la derrota, pero por ahora ha salido bastante bien ya que no tendrán ninguna noticia sobre los chicos.
- ¿Tienes alguna idea de quien podría haberlos enviado?
- No, pero podrían ser los mismos a quienes nos enfrentamos tiempo atrás.
- ¿Crees que han sido capaces de atravesar la gran barrera? - Dijo Drentor sorprendido - No tenía constancia de que hubiera perdido su poder
- No, eso es imposible. He estado investigando mucho tiempo y quizás, sólo quizás, estábamos equivocados
- ¿Qué quieres decir? - Drentor miraba sin entendiera nada.
- Aún no estoy seguro, pero necesito tu ayuda para que me dejen leer los escritos sagrados del Santuario de Endra lo antes posible.
El elfo lo miró sorprendido. Veilton era un mago respetado también entre los elfos y hubiera conseguido permiso por sí mismo para acceder a dichos escritos aunque hubiera requerido algo de tiempo para conseguirlo.
- ¿Por qué esta urgencia? ¿Por qué ahora?
Veilton abrió su mano y le mostró la insignia que llevaba el líder enemigo.
- Esta insignia ha sido hecha forjada hace poco tiempo y la magia necesaria para hacerlo no pertenece a estas tierras. No pueden haber cruzado la barrera, así que debe venir de otro lugar. Aún no sé exactamente de dónde, pero sospecho que esos escritos pueden contener una pista. Una pista de nuestro verdadero enemigo.
- ¿Quieres decir que puede que todos aquellos años no estuvimos luchando contra el enemigo correcto?
- No. Luchábamos contra él. Lo que no estoy seguro es que fuera quien creíamos que era - contestó el mago enigmáticamente. - Y quizás quienes crearon la barrera lo descubrieron y, por alguna razón, nos dejaron a los chicos.
- Como siempre no se te entiende. Bien, vayamos al templo pues. Pero primero déjame limpiar un poco el bosque: no podemos permitir que el resto de esos bichos causen problemas.
- ¿Cómo? ¿Qué te quieres divertir tú solo otra vez?
- ¿Puedes seguirme por el bosque? - le retó Drentor.
- ¿Lo dudas?

Ambos amigos se internaron en el bosque mientras un halcón los miraba atentamente y, si eso hubiera sido posible, se diría que sonreía.


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jueves, 14 de junio de 2007

Un estrecho túnel

Ambos hermanos miraron sorprendidos las vainas de sus espadas pues no sólo veían la luz que se emitía a través de ellas sino que sentían su llamada en una lengua que no era la suya, pronunciando unos nombres que no eran los suyos y que, sin embargo, sí que los eran. Atendiendo a esa llamada, ambos sacaron las espadas de sus vainas y dos focos de luz iluminaron la cavidad en la que se encontraban, mostrando el grupo de murciélagos que dormitaban en el techo entre estalactita y estalactita. Era amplia y la luz que lo iluminaba le otorgaba una extraña belleza a la que ninguno de los dos prestaba atención pues estaban absortos observando como el brillo de ambas espadas iba variando, buscándose la una a la otra.
- Es como si buscaran un sincronismo - murmuró Miren - Como cuando estás intentando armonizar la magia para realizar un conjuro complicado o que no conoces muy bien.
- No acabo de comprender muy bien lo que dices, pero a mi me recuerda a como los árboles buscan la luz en el cielo y el agua en la tierra. En realidad se parece mucho al sonido del bosque en primavera, cuando animales y plantas se despiertan, pero en forma de luz.

Ambos siguieron observando unos instantes más, con expectación, intuyendo que algo iba a pasar cuando ambos brillos se encontraran pero no pasó nada. Ambas espadas se quedaron brillando en silencio, con una luz cuya intensidad cambiaba al unísono como si de una sola se tratase, diferentes pero iguales, complementándose la una a la otra pero manteniendo su individualidad. Sin embargo, poco a poco, algo empezó a brillar entre ambas espadas hasta convertirse en un haz de luz que iluminó una de las muchas aberturas en la roca, señalando un pequeño túnel y entrando en él.
- Ese no es el camino que debemos tomar - Miren miró a Artior cuyo semblante era serio y preocupado mientras hablaba - Muchas veces nos han advertido de que si por cualquier circunstancia entrábamos en estas cuevas nunca debíamos ir por los pequeños túneles. Parece ser que forman un laberinto por el que es muy fácil perderse.
- Pero nuestras espadas nos han mostrado ese camino ¿No deberíamos seguirlo?
- Estamos en peligro, nos persiguen y deberíamos seguir el plan, pero... no sé... siento que puedo confiar en esta espada, que quiere mostrarnos algo importante. Miren, tú que la has tenido todo este tiempo, ¿Que piensas?
- La verdad es que muy pocas veces ha dado señales de vida pero cuando lo ha hecho siempre ha sido en momentos importantes, siempre me ha protegido. Además, nos encontraron junto a ellas, forman parte de nuestro pasado y de nosotros. La verdad es que tengo algo de miedo y no me gusta ese agujero diminuto pero más miedo me da no seguir ese camino, no llegar a saber lo que ahí se oculta y perder la oportunidad de conocer lo que nos quiere mostrar. Y... me siento bien cuando brilla, como si me abrazara mi madre... Siento que puedo confiar en ella, que está de mi parte.
- Si, yo también lo siento. Bueno, al menos por ahí no hay osos - dijo mirando la pequeña obertura y encogiendo los hombros - No caben.
Miraron el agujero de medio metro de altura con desconfianza. Era un pequeño, oscuro y frío túnel cuyo final no se veía, pero habían tomado una decisión y no se iban a tirar atrás. Mantenían las espadas desenvainadas, las cuales no habían dejado de emitir un brillo que les permitía ver el túnel con claridad, además de señalarles el camino. Respiraron hondo y se introdujeron en el túnel.

Habían recorrido más de un kilómetro de aquel túnel lleno de ramificaciones por lo que Artior empezaba a temer que no sería capaz de encontrar el camino de vuelta por si mismo en caso de que fuera necesario. No obstante, el haz de luz seguía iluminando la dirección a seguir y tenía confianza en aquella guía. Miró hacia atrás para ver como estaba su hermana. Parecía cansada, con algunos arañazos y la ropa algo rasgada por el largo camino en aquel estrecho túnel por el que se veían obligados a gatear. En realidad él no estaba mucho mejor pues, aún estando habituado a meterse por pequeñas cuevas nunca había tenido que estar tanto tiempo en un túnel como aquel.
Miren le sonrió forzadamente al ver que se giraba. Se sentía algo cansada pero era peor la sensación de sentirse encerrada allí sin ver la salida y sin poder hacer nada excepto gatear. Miró la espada que tenía en la mano cuyo brillo le pareció cálido y reconfortante, como si una madre a la que no había conocido le sonriera a través de él. Pensó en su hogar junto a su padre adoptivo en el que siempre se había sentido segura y en su magia en la que podía confiar, pero no podía evitar dudar de si misma, de no ser capaz de estar a la altura, de ser paralizada por el miedo. En realidad no estaba en esa situación pero aún así sentía impotencia y miedo, miedo de perder el control de si misma en aquel estrecho túnel en el que su magia no le servía para nada, miedo de fallarles a todos.
Miró a su hermano que había vuelto la vista hacia delante otra vez, a ese hermano que había recuperado sin saber que lo había perdido y entonces se olvidó del túnel y de sus miedos. Dentro de su corazón encontró un coraje que desconocía, un valor que ignoraba, una seguridad que anhelaba. Entonces entendió que daba igual que sintiera miedo o que la situación o el enemigo fuera imposible. Por su hermano lucharía hasta el final y, mientras le estuviera a su lado, tendría una razón para luchar más poderosa que cualquier miedo. En ese momento miro cara a cara a su antiguo miedo, al miedo de no estar a la altura que esperaban de ella, al miedo a fracasar, lo miró fijamente y éste desapareció para siempre. Ahora tenía una razón de verdad para seguir adelante.
- Hermanita, ¿Estás bien? - se había parado y parecía como ausente. Ella alzó la cabeza, le miró y sonrió como nunca lo había hecho.
- ¡Mejor que nunca!
A Artior le pareció que había un nuevo brillo en sus ojos, que su aura había crecido.
- ¿Qué haces ahí parado? ¡Vamos!

Artior seguía avanzando por aquel extraño túnel. Nunca había visto uno tan largo y tan uniforme. No era normal que siempre tuviera exactamente el mismo tamaño, el mismo tacto, el mismo olor. Todas su habilidades como explorador resultaban inútiles allí y eso le hacía sentir impotente, sin saber hacia donde iba y confiando únicamente en el haz de luz que le guiaba. Una vez más vio una luz a lo lejos, una vez más deseó con todas sus fuerza que fuera la salida y una vez más el camino señalado era otro. Se pararon otra vez para descansar y Miren se acercó a él y puso su mano sobre los arañazos que cicatrizaron enseguida para después curar los suyos.
- ¿No te he dicho antes que cures primero tus heridas? - Le regañó
- Si, pero no te he dicho que te fuera a hacer caso - Dijo sonriente mientras se curaba la pierna izquierda.
- Bonitas piernas. Es una lástima que seas mi hermana
La maga se sonrojó sorprendida. En realidad era bonita, pensó Artior. Tenía una figura espléndida y atlética, unos ojos profundos y el cabello que llevaba recogido en una cola era de un brillante color negro.
- Seguro que tienes a más de uno detrás de ellas - siguió Artior en tono de burla
- Jajaja. A cientos - dijo ella sonriendo y guiñándole un ojo, pero aún algo sonrojada - Pero mi hermanito tampoco esta mal. Seguro que hay unas cuantas elfas suspirando por él.
El rostro de Artior cambió de golpe. No pudo evitar pensar en Daphny, en su cabello rubio, en sus labios, en su cuerpo desnudo, en su sonrisa, y la tristeza invadió su corazón una vez más.
- Lo siento - dijo Miren al darse cuenta
- No te preocupes - contestó Artior intentando sonreír - Al fin y al cabo he empezado yo
Durante algo más de un minuto hubo un silencio incómodo. Artior parecía triste y su hermana no se atrevía a decir nada. Artior decidió que debían iniciar la marcha de nuevo
- Vamos, es hora de seguir - Dijo gateando de nuevo
- Si - contesto ella sin atreverse a decir nada más
Artior se paró un momento y se giró hacia ella con una sonrisa.
- Pero no creas que te vas a escapar tan fácilmente. Ya averiguaré algo más de tus admiradores cuando lleguemos a la Fortaleza del Viento.
- Ves cuidado con lo que haces, podría tener consecuencias no demasiado agradables para ti - Miren sonreía otra vez al volverlo a ver alegre pero con una bola de nieve amenazante en su mano. Artior soltó una carcajada y continuó el camino. No se había borrado el recuerdo de la elfa pero se sentía mejor.

Fueron alrededor de 2 horas las que estuvieron siguiendo el túnel, gateando por él, descansando en ocasiones, hasta que...
- ¡Miren! ¡Mira! - dijo señalando lo que parecía una salida. Habían ya visto una decenas similares, pero aquella era indicada por el haz de luz, aquella tenía que ser la salida correcta
- ¿La salida al fin? - dijo con voz de cansada.
- No se ve luz ahí, así que no es el exterior, pero por lo menos podremos estirar las piernas. ¡Vamos, rápido!
Se dirigieron tan rápidamente como pudieron al final del túnel. El túnel era un agujero en el suelo de una cavidad enorme que la luz de las espadas no era capaz de iluminar. Se sentían felices de salir de aquel túnel estrecho, de poder caminar con las piernas y no con sus rodillas. Intentaban adivinar que se ocultaba tras aquella oscuridad mientras estiraban sus entumecidos cuerpos cuando se dieron cuenta de que el haz de luz que les había guiado hasta entonces había desaparecido.
- Parece que hemos llegado a algún sitio - dijo la maga - Nuestra guía ha desaparecido
- ¿Pero dónde estamos? No noto ni un murciélago aquí, pero parece ser una caverna inmensa. Ni siquiera veo el techo. ¿Puedes hacer suficiente luz para ver donde estamos?
- Si, por supuesto, necesitaremos mucha luz - dijo pensando en voz alta - Espera... ¿Qué sucede con las espadas?
La luz de las espadas empezó a vibrar, como llamando a alguien. Miraron alrededor, escucharon intentando percibir algo pero nada parecía cambiar, allí nada se movía, allí no había nada aparte de ellos. Entonces las espadas dejaron de vibrar y fueron perdiendo el brillo hasta que se quedaron totalmente a oscuras.
- Hermanita, necesitamos esa luz - dijo Artior algo asustado. No le gustaba estar completamente a oscuras, no sólo de la vista sino del resto de sentidos pues, aparte de su hermana, aquello parecía totalmente vacío, carente de vida.
- Espera, noto algo. Hay magia aquí...
- ¿Donde? - preguntó Artior que también empezaba a notar algo que no era capaz de identificar ¿Era aquello la forma de la magia? Parecía como una suave melodía que no podía oír, de alguna forma era como la armonía del bosque para quien no sabía escucharla. Pensó que tendría que aprender a escuchar la magia.
- Está por todas partes. No parece peligrosa ni poderosa, pero ¿Cómo es posible que aparezca al mismo tiempo por todas partes? ¿De dónde sale?

Poco a poco las paredes, el techo y el suelo de la caverna empezaron a brillar, aumentando de intensidad con suavidad lo que permitió a sus ojos acostumbrarse a la luz sin ser deslumbrados. Aquella caverna era realmente enorme, de piedra pulida sin estalagmitas ni estalactitas, sin desniveles en el suelo. Lo único que parecía estar fuera de lugar era una gran abertura en la roca que estaba bloqueada por enormes bloques de piedra imposibles de mover. Parecía que hubiera habido una entrada allí, pero... ¿Una entrada a dónde? Cuando se giraron obtuvieron la respuesta y una nueva pregunta: una gran puerta se alzaba allí. Parecía tallada en la misma roca y no tenía adornos, ni cerraduras, tan sólo dos enormes signos tallados en la roca que brillaban de un color diferente, uno de un fuerte azul metalizado y otro del color rojo de una puesta de sol.
- Ése es el signo de mi espada - Dijo Miren sorprendida
- Y ése el de la mía.



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lunes, 4 de junio de 2007

Tres viejos amigos

Sin esfuerzo aparente el corcel llevó velozmente al viejo mago hacia el punto elegido. La mayoría de la gente se sorprendía al ver que tan renombrado mago montara un caballo tan vulgar como aquel, sin saber que no era un caballo cualquiera. Estaba junto a Veilton desde hacía más de 50 años, mucho más de lo que puede llegar a vivir un caballo y raramente se dejaba montar por alguien que no fuera él. Tampoco se le había visto nunca desfallecer o notar cansancio y el resto de caballos, incluso los más orgullosos, le trataban con vehemencia, como a un rey. Veilton bajó de su montura y le acarició suavemente el hocico, tras lo cual se interno en el bosque, mientras el corcel desaparecía por el otro lado.

A través de lo que antiguamente había sido un camino, el viejo mago llegó a una vieja cabaña abandonada. La miró con nostalgia pues había buenos recuerdos guardados entre lo que quedaba de aquellas paredes, de la antigua morada de Drentor. Ahora les haría servicio por última vez.
Clavo su bastón en el suelo, se concentró en él y unas ondas invisibles se expandieron alrededor suyo, volviendo casi al instante.
-Bien - pensó - Tengo tiempo suficiente.
No pudo reprimir una sonrisa tras realizar ese encantamiento ya que aunque era una magia sencilla y muy eficiente tenía un defecto que hacía que no le gustara y por lo que no lo había usado en mucho tiempo: al igual que las ondas mágicas detectaban la presencia de vida, éstas ponían en evidencia a quien las había lanzado pues eran fácilmente detectables. Sin embargo el gran defecto del encantamiento se había convertido en su mayor virtud. El anzuelo estaba lanzado y ahora era necesario que fuera creíble.

Visualizando la antigua apariencia de la cabaña y alzando su bastón ésta fue reconstruida en tan sólo un instante y tomado la forma que tuvo antaño. En realidad era una ilusión que jamás engañaría a nadie que se acercara lo suficiente y un mago detectaría la fuerza mágica subyacente a distancia. Por ello, extendió sus manos al cielo y las abrió creando una barrera de protección mágica que, aunque no era infranqueable ocultaría la magia de la ilusión que acababa de crear y a él mismo, además de simular que se quería proteger algo. De hecho, estaba obligando a que una fuerza suficientemente poderosa viniera para atravesar la barrera, pero sin mostrar su verdadero poder sino todo lo contrario pues alguien de su condición no hubiera recurrido a ello. Se sentó en silencio y se quedó escuchando el bosque, esperando que picaran el anzuelo.
No tuvo que esperar a que aparecieran un grupo de zeistels. Recordaba bien aquellas aves, veloces exploradores del enemigo que se acercaba y que se había encontrado varias veces en un pasado ya lejano. Aunque hacía tiempo que habían desaparecido de aquellas tierras no se sorprendió al verlos y permaneció quieto, sin dejar su escondite, a la espera que aquellos seres enviados a investigar el origen del la ondas de reconocimiento acabaran de picar el anzuelo. No eran especialmente inteligentes ni tenían grandes habilidades más allá de su velocidad y una vista aguda, así que cuando la primera de ellas se acercó a la ilusión de la cabaña se estampó ante una barrera invisible de protección y quedo aturdida, pudiendo a duras penas remontar el vuelo mientras sus compañeros daban una vuelta de reconocimiento, evitando acercarse demasiado. Sin mostrarse, Veilton usó su magia para lanzar piedras de pequeño tamaño hacía el grupo de zeistels, sin llegar a alcanzar a ninguno de ellos como si de un pequeño grupo de magos inexpertos se tratara. Los zeistels huyeron rápidamente y Veilton sonrió al ver que el plan había funcionado a la perfección.Estaba convencido que morderían el anzuelo y vendrían a atacar dicha lugar. Sólo esperaba que conseguir que fueran hacía allí la mayor parte posible. Se volvió a sentar esperando, ignorando a los zeistels que a una altura considerable sobrevolaban una y otra vez el lugar.

Tras una larga espera empezó a detectar signos de lo que se acercaba. No tenía la habilidad de Drentor pero algo había aprendido del tiempo que habían pasado juntos y el silencio en que se estaba sumergiendo el bosque era una señal inequívoca. Frunció el ceño al notar algo más: la fuerza mágica que se aproximaba no era nada despreciable y no se preocupaba de ocultar su poder, probablemente muy segura de si misma. Aquello confirmaba sus sospechas de que aquella incursión era un asunto muy serio y no se le ocurría ninguna razón excepto que fueran en busca de Artior, lo que llevaba a una pregunta preocupante ¿Como lo habían descubierto? De todas formas eso era algo que debía tratar más adelante puesto que ahora tenía un asunto más inmediato que atender y no especialmente sencillo dado que aunque su poder mágico era superior al que venía, el número del enemigo era considerable y no estaba convencido de que él solo pudiera enfrentarse a todos ellos. Podría huir, pero sabía que si hacía eso el pueblo bosque de Endra tendría serios problemas y, además, tenía plena confianza en que los refuerzos llegarían a tiempo.
De repente se sobresaltó: algo estaba cruzando la barrera mágica. No era una barrera especialmente poderosa pero que alguien hubiera llegado hasta allí sin que pudiera percibir su presencia y hubiera sido capaz de atravesar la barrera no estaba al alcance de cualquiera y podría tratarse de un enemigo peligroso. Sin embargo, la sombra de una poderosa ave que se avalanzó contra el grupo de zeistels reclamando el dominio del cielo le tranquilizó y con un sonrisa dijo:
- Llegas tarde. Creo que hay cierto elfo que se está haciendo viejo
- Pues no digamos de cierto mago que ha hecho una chapuza de barrera mágica que hasta un niño podría atravesar. Por no hablar de como has dejado mi antigua cabaña, podrías haberte esforzado un poco más con el decorado.
Ambos amigos se acercaron y chocaron las manos sonrientes. Los refuerzos había llegado.
- Una batallita como en lo viejos tiempos - dijo Drentor
- Si, ya lo echaba de menos. Los tres contra un ejército, como siempre. ¿Cual es la situación?
- Son unos 500. Unos 400 de ellos llevan algún tipo de armadura pesada, hay otros 100 que caminan ligeros, aparentemente exploradores demior. Diría que no hay arqueros. Me preocupan 5 que caminan en la retaguardia. Parecen magos e incluso yo siento su poder.
- Son poderosos y no lo ocultan, aunque ellos solos no son un problema. Están confiados en encontrar una pequeña resistencia pero muy alejada de su poder. Se llevarán una buena sorpresa pero tendremos que andarnos con ojo.
- Así que esta porquería de barrera es un señuelo - dijo Drentor sonriente - Te sigue gustando montar estos espectáculos.
- Ya sabes que todo por nuestro público. - y volviendo a tomar un rostro serio dijo - ¿Y ellos?
- Estarán bien. Miren es una maga poderosa y Artior es un gran explorador y guerrero. Puede que mejores incluso que nosotros a su edad. Se enfrentan a unos 100, entre guerreros y exploradores, que han formado una línea difícil de traspasar o rodear.
- Una táctica astuta.
- Si. Eso les obligará a ir a través de las cuevas.
- Las cuevas... Hubiera preferido ir con ellos cuando eso ocurriera.
- Y yo. Pero no podemos hacer nada más. Parece que el destino haya querido que ambos hermanos fueran allí nada más conocerse.
- ¿Hermanos? - preguntó Veilton algo sorprendido.
- Si, se reconocieron como hermanos en cuanto se vieron y ambas espadas brillaron como cuando les encontramos por primera vez. Le debemos una cerveza a Irdriem.
- Si, y lo peor es que nos restregará su victoria durante mucho tiempo.
- Si, se pondrá insoportable - rió Drentor.
- Al final ha llegado el momento. Espero que no tengan que enfrentarse a algo demasiado poderoso para ellos. Me pregunto que habrá en esas cuevas.
- Nadie lo sabe. Algunos entraron para investigar pero cuando intentaron ir a las profundidades inexplicablemente acabaron saliendo por el mismo sitio que habían entrado. Veil, se acercan.
Veilton cogió su báculo que estaba clavado en el suelo y Drentor el arco que tenía colgado a su espalda.
- De acuerdo, supongo que abrirán la barrera y caerán sobre nosotros. Está preparada una barrera de verdad que nos cubrirá las espaldas.
- Bien, mis espada y mis flechas se están impacientando. Nos están rodeando: un mago y cien guerreros por cada frente aunque el que viene por el este parece el más poderoso.
- Si, lo es. A ver si Falkyn deja de jugar con los zeistels y nos hecha una mano.
- Ya están aquí.

Cinco descargas de energía se dirigieron hacia la barrera mágica y esta despareció al mismo tiempo que quinientos seres del pasado se avalanzaban sobre ellos.

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