miércoles, 25 de julio de 2007

De vacaciones

No se si alguien lee esto (aunque lo dudo). En el sorprendente caso de que sea así, notará que no ha sido actualizado últimamente. Ello es debido a que estoy de vacaciones. Creía que podría escribir algo pero no ha sido así.

Quizás intente escribir algo o quizás espere a la vuelta. No obstante no me acaba de gustar como está quedando, así que puede que me lo replantee.

Si alguien me lee, un saludo.

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miércoles, 27 de junio de 2007

Batalla junto al antiguo hogar

- Por fin vienen - dijo Veilton sonriendo
- Sé que no es necesario que te lo diga, pero son muchos y podríamos tener problemas - contestó Drentor quien, sin embargo, no parecía demasiado preocupado.
- Si, podrían llegar a ser peligrosos si supieran a quien se enfrentan. Pero no sólo no lo saben sino que están excesivamente confiados.
Tras asentir a las palabras de su amigo, Drentor desenvainó la espada mostrando los símbolos rúnicos grabados en ella. Aquella era Dreistar, la legendaria espada del gran héroe élfico conocido como el señor de los bosques. Era liviana y resistente pero, sorprendentemente para una espada de leyenda, no poseía ninguna magia propia que la hiciera extraordinaria. Mas sí poseía una característica especial: era capaz de guardar magia. No era en sí misma una propiedad excepcional pero luchando junto a un mago de gran poder y en las manos hábiles de un elfo casi invisible, la convertían en el complemento perfecto.
Veilton miró aquella espada con admiración y cierta nostalgia mientras Drentor se la acercaba a sus manos
- ¿Fuego y hielo como les gusta a esos bichos? - preguntó el elfo
- Si, aunque le añadiremos una sorpresita adicional - respondió el mago
- ¿Te he dicho alguna vez que no me gustan tus sorpresitas?
- Si, cientos de veces - ambos dejaron escapar una carcajada mientras el experto mago combinaba magias tan dispares como el frío y el fuego en el filo de la espada, algo al alcance de muy pocos.

- Vienen Unos 40 por cada uno de los 5 direcciones y cuatro de los magos parecen apunto de lanzar algo contra nosotros. El más poderoso de ellos, el que parece ser su líder, está quieto. - Observó Drentor
- Bien, está confiado y no cree necesario intervenir. Muy propio de ellos. Ocúpate de los que llevan armaduras azuladas, que son inmunes al fuego, y yo lanzaré unos aritos de llamas para entretener al resto. Esos monigotes que has montado deberían engañar a esos hechiceros del tres al cuarto desde esta deistancia - dijo mirando a unas figuras de barro de aspecto humano
- Veo que te sigue gustando los planes rebuscados.
- Mientras sigan creyendo que se enfrentan a enemigos inferiores tendremos ventaja y ellos bajas. Mejor no correr riesgos innecesarios. ¿Puedes acertar desde aquí a alguno de los magos?
- No, están muy lejos.
- Lástima. Empecemos entonces.
Drentor clavó la espada en el suelo y sacó el arco mientras Veilton se esforzaba en limitar su poder. Una suave aura de magia apenas imperceptible le rodeó y un semicírculo de fuego se expandió alrededor suyo. Sabía que los magos enemigos habían protegido mágicamente a sus fuerzas y dado que era capaz de percibir con qué poder, dotó a su fuego de la fuerza justa para sobrepasar esa protección, lo justo para eliminar a sus adversarios pero simulando que era ése todo su poder. Y tal como lo planeó así sucedió: más de cien enemigos empezaron a arder bajo sus armaduras, quedando en pie no más de una treintena de seres inmunes al fuego que las certeras flechas de Drentor se encargaron de abatir.
Mientras, por la espalda se oyó un estruendo y aquellos que se abalanzaban por esa zona quedaron atrapados por dos zanjas que se abrieron en la tierra. Las piedras y tierra que antes ocupaban el espacio de aquellas agujeros en el suelo acabaron con los que no había caído en éstos.
- Así que eso es lo que preparaste mientras me esperabas - dijo el elfo
- Tardabas mucho y me aburría. - contestó encogiéndose de hombros - ¿Como están las cosas ahora?
- Han perdido la mitad de sus efectivos. ¡Pero han destrozado mis preciosas esculturas de barro ! - dijo el elfo señalando a los restos que habían sido alcanzados por sendas bolas de fuego.
- Han atacado sin comprobar nada y descuidadamente. La próxima oleada será más peligrosa. Y lo siento por tus obras de arte, que descansen en paz.
- Pues no deberíamos permitirles una segunda ronda. Hay que aprovechar que están confusos y no dejarles que se reorganicen. Acabemos con su líder que parece que ha despertado.
- Muy propio de ti - dijo Veilton con una sonrisa - Supongo que traes una de tus flechas especiales.
- Por supuesto - contestó alargando una al mago - Aquí tienes una de especial esperando ser cargada.
Veilton cogió la flecha en sus manos y la magia fluyó a través de ellas, concentrándose en la punta de aquella flecha, creada por las mismas manos que la espada.
- Parece que nuestro amigo ha percibido algo - dijo Drentor
- Era de esperar. Rellenar tus flechitas no es fácil de disimular
- Ya no importa. Es tarde para él - Dijo Drentor mientras cogía la flecha de las manos del mago y la disparaba hacia el cielo en la dirección del mago enemigo - Yo me ocupo del mago de delante y del grueso de la tropa. Te dejo a ti el resto.
- Siempre te llevas tú toda la diversión - se quejó el viejo mago
Drentor le guiñó un ojo, cogió la espada clavada en el suelo y se lanzó hacia delante, zigzagueando de árbol a árbol. Mientras una flecha alcanzaba su punto álgido e iniciaba su descenso cuando una sombra se abalanzó sobre ella. El halcón la cogió entre sus garras con una gran precisión y a una velocidad vertiginosa se dirigió hacia su objetivo como ya había hecho en otras ocasiones. Totalmente desprevenido del peligro que venía por alto éste estaba trazando sus planes contra un enemigo que le estaba dando más problemas de los esperados. Su anterior confianza en una victoria fácil se había convertido en una ira repartida a partes iguales entre sus enemigos y los ineptos de sus camaradas. Se sentía decepcionado y enfadado e iba a castigar duramente a sus aprendices por su fracaso una vez él, personalmente, se encargara de la victoria final. Su intuición le hizo mirar al cielo para ver como algo se aproximaba a gran velocidad y, a pesar de que una barrera mágica le protegía, sintió miedo, sobretodo cuando le pareció reconocer la silueta de un halcón cabalgando sobre una flecha tal y como contaban aquellas leyendas que nunca había creído, hasta ahora. Hubiera querido huir y esconderse pero ya no tenía tiempo así que alzó su báculo en un intento desesperado de defenderse pero el halcón era demasiado hábil y experimentado y, tras atravesar la barrera mágica sin aparente dificultad, corrigió la trayectoria en una fracción de segundo para evitar el báculo y remontó el vuelo dejando que la flecha siguiera su camino y se clavara en el corazón del mago enemigo.

Cuando el resto de sus compañeros oyeron el estallido ya era demasiado tarde para su líder y tan sólo pudieron ver como Falkyn alzaba el vuelo victorioso. Confusos, irritados y asustados ordenaron a todos los zeistels que atacaran al halcón mas no había tiempo de reaccionar pues una sombra apareció tras un árbol sesgando la cabeza a 5 de ellos, uno tras otro, con una espada que expulsaba fuego, hielo y una luz cegadora cada vez que partía en dos a uno de sus enemigos. Tras ello volvió a desaparecer, como si hubiera sido un fantasma. Cuando volvió ya era demasiado tarde para el mago y aquellos que le rodeaban, pues murieron sin siquiera ver a su enemigo que saltaba sobre ellos desde una rama cercana para luego internarse en el bosque.
El resto de magos ordenaron precipitadamente que siguieran y mataran al osado intruso, por lo que la mayor parte de los que quedaban vivos, unos doscientos, le siguieron hacia el bosque, quedándose ellos con tan sólo unos pocos que les protegieran. Pero sus problemas no habían acabado allí y en el centro de la zona habían estado atacando notaron una fuerza que les desafiaba, una magia más poderosa incluso que la de su difunto líder. Sin capacidad de reaccionar ni valor para enfrentarse a su derrota intentaron huir pero también era tarde para ellos y fueron alcanzados por un poder que no eran capaz de resistir. Apenas lograron ver como los zeistels iban cayendo uno tras otro ante un enemigo superior en agilidad y fuerza, y nunca supieron que el resto de sus tropas morían una a una sin ni siquiera poder ver a quien se enfrentaban, al señor del bosque.

Drentor salió de entre las sombras de un árbol limpiando la espada y las flechas que había recuperado, con el rostro preocupado.
- ¿Que ocurre? - preguntó el mago
- Había un Kreilor. No he podido hacer nada para atraparlo.
- Era de esperar. Llevará noticias a nuestros enemigos de la derrota, pero por ahora ha salido bastante bien ya que no tendrán ninguna noticia sobre los chicos.
- ¿Tienes alguna idea de quien podría haberlos enviado?
- No, pero podrían ser los mismos a quienes nos enfrentamos tiempo atrás.
- ¿Crees que han sido capaces de atravesar la gran barrera? - Dijo Drentor sorprendido - No tenía constancia de que hubiera perdido su poder
- No, eso es imposible. He estado investigando mucho tiempo y quizás, sólo quizás, estábamos equivocados
- ¿Qué quieres decir? - Drentor miraba sin entendiera nada.
- Aún no estoy seguro, pero necesito tu ayuda para que me dejen leer los escritos sagrados del Santuario de Endra lo antes posible.
El elfo lo miró sorprendido. Veilton era un mago respetado también entre los elfos y hubiera conseguido permiso por sí mismo para acceder a dichos escritos aunque hubiera requerido algo de tiempo para conseguirlo.
- ¿Por qué esta urgencia? ¿Por qué ahora?
Veilton abrió su mano y le mostró la insignia que llevaba el líder enemigo.
- Esta insignia ha sido hecha forjada hace poco tiempo y la magia necesaria para hacerlo no pertenece a estas tierras. No pueden haber cruzado la barrera, así que debe venir de otro lugar. Aún no sé exactamente de dónde, pero sospecho que esos escritos pueden contener una pista. Una pista de nuestro verdadero enemigo.
- ¿Quieres decir que puede que todos aquellos años no estuvimos luchando contra el enemigo correcto?
- No. Luchábamos contra él. Lo que no estoy seguro es que fuera quien creíamos que era - contestó el mago enigmáticamente. - Y quizás quienes crearon la barrera lo descubrieron y, por alguna razón, nos dejaron a los chicos.
- Como siempre no se te entiende. Bien, vayamos al templo pues. Pero primero déjame limpiar un poco el bosque: no podemos permitir que el resto de esos bichos causen problemas.
- ¿Cómo? ¿Qué te quieres divertir tú solo otra vez?
- ¿Puedes seguirme por el bosque? - le retó Drentor.
- ¿Lo dudas?

Ambos amigos se internaron en el bosque mientras un halcón los miraba atentamente y, si eso hubiera sido posible, se diría que sonreía.


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jueves, 14 de junio de 2007

Un estrecho túnel

Ambos hermanos miraron sorprendidos las vainas de sus espadas pues no sólo veían la luz que se emitía a través de ellas sino que sentían su llamada en una lengua que no era la suya, pronunciando unos nombres que no eran los suyos y que, sin embargo, sí que los eran. Atendiendo a esa llamada, ambos sacaron las espadas de sus vainas y dos focos de luz iluminaron la cavidad en la que se encontraban, mostrando el grupo de murciélagos que dormitaban en el techo entre estalactita y estalactita. Era amplia y la luz que lo iluminaba le otorgaba una extraña belleza a la que ninguno de los dos prestaba atención pues estaban absortos observando como el brillo de ambas espadas iba variando, buscándose la una a la otra.
- Es como si buscaran un sincronismo - murmuró Miren - Como cuando estás intentando armonizar la magia para realizar un conjuro complicado o que no conoces muy bien.
- No acabo de comprender muy bien lo que dices, pero a mi me recuerda a como los árboles buscan la luz en el cielo y el agua en la tierra. En realidad se parece mucho al sonido del bosque en primavera, cuando animales y plantas se despiertan, pero en forma de luz.

Ambos siguieron observando unos instantes más, con expectación, intuyendo que algo iba a pasar cuando ambos brillos se encontraran pero no pasó nada. Ambas espadas se quedaron brillando en silencio, con una luz cuya intensidad cambiaba al unísono como si de una sola se tratase, diferentes pero iguales, complementándose la una a la otra pero manteniendo su individualidad. Sin embargo, poco a poco, algo empezó a brillar entre ambas espadas hasta convertirse en un haz de luz que iluminó una de las muchas aberturas en la roca, señalando un pequeño túnel y entrando en él.
- Ese no es el camino que debemos tomar - Miren miró a Artior cuyo semblante era serio y preocupado mientras hablaba - Muchas veces nos han advertido de que si por cualquier circunstancia entrábamos en estas cuevas nunca debíamos ir por los pequeños túneles. Parece ser que forman un laberinto por el que es muy fácil perderse.
- Pero nuestras espadas nos han mostrado ese camino ¿No deberíamos seguirlo?
- Estamos en peligro, nos persiguen y deberíamos seguir el plan, pero... no sé... siento que puedo confiar en esta espada, que quiere mostrarnos algo importante. Miren, tú que la has tenido todo este tiempo, ¿Que piensas?
- La verdad es que muy pocas veces ha dado señales de vida pero cuando lo ha hecho siempre ha sido en momentos importantes, siempre me ha protegido. Además, nos encontraron junto a ellas, forman parte de nuestro pasado y de nosotros. La verdad es que tengo algo de miedo y no me gusta ese agujero diminuto pero más miedo me da no seguir ese camino, no llegar a saber lo que ahí se oculta y perder la oportunidad de conocer lo que nos quiere mostrar. Y... me siento bien cuando brilla, como si me abrazara mi madre... Siento que puedo confiar en ella, que está de mi parte.
- Si, yo también lo siento. Bueno, al menos por ahí no hay osos - dijo mirando la pequeña obertura y encogiendo los hombros - No caben.
Miraron el agujero de medio metro de altura con desconfianza. Era un pequeño, oscuro y frío túnel cuyo final no se veía, pero habían tomado una decisión y no se iban a tirar atrás. Mantenían las espadas desenvainadas, las cuales no habían dejado de emitir un brillo que les permitía ver el túnel con claridad, además de señalarles el camino. Respiraron hondo y se introdujeron en el túnel.

Habían recorrido más de un kilómetro de aquel túnel lleno de ramificaciones por lo que Artior empezaba a temer que no sería capaz de encontrar el camino de vuelta por si mismo en caso de que fuera necesario. No obstante, el haz de luz seguía iluminando la dirección a seguir y tenía confianza en aquella guía. Miró hacia atrás para ver como estaba su hermana. Parecía cansada, con algunos arañazos y la ropa algo rasgada por el largo camino en aquel estrecho túnel por el que se veían obligados a gatear. En realidad él no estaba mucho mejor pues, aún estando habituado a meterse por pequeñas cuevas nunca había tenido que estar tanto tiempo en un túnel como aquel.
Miren le sonrió forzadamente al ver que se giraba. Se sentía algo cansada pero era peor la sensación de sentirse encerrada allí sin ver la salida y sin poder hacer nada excepto gatear. Miró la espada que tenía en la mano cuyo brillo le pareció cálido y reconfortante, como si una madre a la que no había conocido le sonriera a través de él. Pensó en su hogar junto a su padre adoptivo en el que siempre se había sentido segura y en su magia en la que podía confiar, pero no podía evitar dudar de si misma, de no ser capaz de estar a la altura, de ser paralizada por el miedo. En realidad no estaba en esa situación pero aún así sentía impotencia y miedo, miedo de perder el control de si misma en aquel estrecho túnel en el que su magia no le servía para nada, miedo de fallarles a todos.
Miró a su hermano que había vuelto la vista hacia delante otra vez, a ese hermano que había recuperado sin saber que lo había perdido y entonces se olvidó del túnel y de sus miedos. Dentro de su corazón encontró un coraje que desconocía, un valor que ignoraba, una seguridad que anhelaba. Entonces entendió que daba igual que sintiera miedo o que la situación o el enemigo fuera imposible. Por su hermano lucharía hasta el final y, mientras le estuviera a su lado, tendría una razón para luchar más poderosa que cualquier miedo. En ese momento miro cara a cara a su antiguo miedo, al miedo de no estar a la altura que esperaban de ella, al miedo a fracasar, lo miró fijamente y éste desapareció para siempre. Ahora tenía una razón de verdad para seguir adelante.
- Hermanita, ¿Estás bien? - se había parado y parecía como ausente. Ella alzó la cabeza, le miró y sonrió como nunca lo había hecho.
- ¡Mejor que nunca!
A Artior le pareció que había un nuevo brillo en sus ojos, que su aura había crecido.
- ¿Qué haces ahí parado? ¡Vamos!

Artior seguía avanzando por aquel extraño túnel. Nunca había visto uno tan largo y tan uniforme. No era normal que siempre tuviera exactamente el mismo tamaño, el mismo tacto, el mismo olor. Todas su habilidades como explorador resultaban inútiles allí y eso le hacía sentir impotente, sin saber hacia donde iba y confiando únicamente en el haz de luz que le guiaba. Una vez más vio una luz a lo lejos, una vez más deseó con todas sus fuerza que fuera la salida y una vez más el camino señalado era otro. Se pararon otra vez para descansar y Miren se acercó a él y puso su mano sobre los arañazos que cicatrizaron enseguida para después curar los suyos.
- ¿No te he dicho antes que cures primero tus heridas? - Le regañó
- Si, pero no te he dicho que te fuera a hacer caso - Dijo sonriente mientras se curaba la pierna izquierda.
- Bonitas piernas. Es una lástima que seas mi hermana
La maga se sonrojó sorprendida. En realidad era bonita, pensó Artior. Tenía una figura espléndida y atlética, unos ojos profundos y el cabello que llevaba recogido en una cola era de un brillante color negro.
- Seguro que tienes a más de uno detrás de ellas - siguió Artior en tono de burla
- Jajaja. A cientos - dijo ella sonriendo y guiñándole un ojo, pero aún algo sonrojada - Pero mi hermanito tampoco esta mal. Seguro que hay unas cuantas elfas suspirando por él.
El rostro de Artior cambió de golpe. No pudo evitar pensar en Daphny, en su cabello rubio, en sus labios, en su cuerpo desnudo, en su sonrisa, y la tristeza invadió su corazón una vez más.
- Lo siento - dijo Miren al darse cuenta
- No te preocupes - contestó Artior intentando sonreír - Al fin y al cabo he empezado yo
Durante algo más de un minuto hubo un silencio incómodo. Artior parecía triste y su hermana no se atrevía a decir nada. Artior decidió que debían iniciar la marcha de nuevo
- Vamos, es hora de seguir - Dijo gateando de nuevo
- Si - contesto ella sin atreverse a decir nada más
Artior se paró un momento y se giró hacia ella con una sonrisa.
- Pero no creas que te vas a escapar tan fácilmente. Ya averiguaré algo más de tus admiradores cuando lleguemos a la Fortaleza del Viento.
- Ves cuidado con lo que haces, podría tener consecuencias no demasiado agradables para ti - Miren sonreía otra vez al volverlo a ver alegre pero con una bola de nieve amenazante en su mano. Artior soltó una carcajada y continuó el camino. No se había borrado el recuerdo de la elfa pero se sentía mejor.

Fueron alrededor de 2 horas las que estuvieron siguiendo el túnel, gateando por él, descansando en ocasiones, hasta que...
- ¡Miren! ¡Mira! - dijo señalando lo que parecía una salida. Habían ya visto una decenas similares, pero aquella era indicada por el haz de luz, aquella tenía que ser la salida correcta
- ¿La salida al fin? - dijo con voz de cansada.
- No se ve luz ahí, así que no es el exterior, pero por lo menos podremos estirar las piernas. ¡Vamos, rápido!
Se dirigieron tan rápidamente como pudieron al final del túnel. El túnel era un agujero en el suelo de una cavidad enorme que la luz de las espadas no era capaz de iluminar. Se sentían felices de salir de aquel túnel estrecho, de poder caminar con las piernas y no con sus rodillas. Intentaban adivinar que se ocultaba tras aquella oscuridad mientras estiraban sus entumecidos cuerpos cuando se dieron cuenta de que el haz de luz que les había guiado hasta entonces había desaparecido.
- Parece que hemos llegado a algún sitio - dijo la maga - Nuestra guía ha desaparecido
- ¿Pero dónde estamos? No noto ni un murciélago aquí, pero parece ser una caverna inmensa. Ni siquiera veo el techo. ¿Puedes hacer suficiente luz para ver donde estamos?
- Si, por supuesto, necesitaremos mucha luz - dijo pensando en voz alta - Espera... ¿Qué sucede con las espadas?
La luz de las espadas empezó a vibrar, como llamando a alguien. Miraron alrededor, escucharon intentando percibir algo pero nada parecía cambiar, allí nada se movía, allí no había nada aparte de ellos. Entonces las espadas dejaron de vibrar y fueron perdiendo el brillo hasta que se quedaron totalmente a oscuras.
- Hermanita, necesitamos esa luz - dijo Artior algo asustado. No le gustaba estar completamente a oscuras, no sólo de la vista sino del resto de sentidos pues, aparte de su hermana, aquello parecía totalmente vacío, carente de vida.
- Espera, noto algo. Hay magia aquí...
- ¿Donde? - preguntó Artior que también empezaba a notar algo que no era capaz de identificar ¿Era aquello la forma de la magia? Parecía como una suave melodía que no podía oír, de alguna forma era como la armonía del bosque para quien no sabía escucharla. Pensó que tendría que aprender a escuchar la magia.
- Está por todas partes. No parece peligrosa ni poderosa, pero ¿Cómo es posible que aparezca al mismo tiempo por todas partes? ¿De dónde sale?

Poco a poco las paredes, el techo y el suelo de la caverna empezaron a brillar, aumentando de intensidad con suavidad lo que permitió a sus ojos acostumbrarse a la luz sin ser deslumbrados. Aquella caverna era realmente enorme, de piedra pulida sin estalagmitas ni estalactitas, sin desniveles en el suelo. Lo único que parecía estar fuera de lugar era una gran abertura en la roca que estaba bloqueada por enormes bloques de piedra imposibles de mover. Parecía que hubiera habido una entrada allí, pero... ¿Una entrada a dónde? Cuando se giraron obtuvieron la respuesta y una nueva pregunta: una gran puerta se alzaba allí. Parecía tallada en la misma roca y no tenía adornos, ni cerraduras, tan sólo dos enormes signos tallados en la roca que brillaban de un color diferente, uno de un fuerte azul metalizado y otro del color rojo de una puesta de sol.
- Ése es el signo de mi espada - Dijo Miren sorprendida
- Y ése el de la mía.



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lunes, 4 de junio de 2007

Tres viejos amigos

Sin esfuerzo aparente el corcel llevó velozmente al viejo mago hacia el punto elegido. La mayoría de la gente se sorprendía al ver que tan renombrado mago montara un caballo tan vulgar como aquel, sin saber que no era un caballo cualquiera. Estaba junto a Veilton desde hacía más de 50 años, mucho más de lo que puede llegar a vivir un caballo y raramente se dejaba montar por alguien que no fuera él. Tampoco se le había visto nunca desfallecer o notar cansancio y el resto de caballos, incluso los más orgullosos, le trataban con vehemencia, como a un rey. Veilton bajó de su montura y le acarició suavemente el hocico, tras lo cual se interno en el bosque, mientras el corcel desaparecía por el otro lado.

A través de lo que antiguamente había sido un camino, el viejo mago llegó a una vieja cabaña abandonada. La miró con nostalgia pues había buenos recuerdos guardados entre lo que quedaba de aquellas paredes, de la antigua morada de Drentor. Ahora les haría servicio por última vez.
Clavo su bastón en el suelo, se concentró en él y unas ondas invisibles se expandieron alrededor suyo, volviendo casi al instante.
-Bien - pensó - Tengo tiempo suficiente.
No pudo reprimir una sonrisa tras realizar ese encantamiento ya que aunque era una magia sencilla y muy eficiente tenía un defecto que hacía que no le gustara y por lo que no lo había usado en mucho tiempo: al igual que las ondas mágicas detectaban la presencia de vida, éstas ponían en evidencia a quien las había lanzado pues eran fácilmente detectables. Sin embargo el gran defecto del encantamiento se había convertido en su mayor virtud. El anzuelo estaba lanzado y ahora era necesario que fuera creíble.

Visualizando la antigua apariencia de la cabaña y alzando su bastón ésta fue reconstruida en tan sólo un instante y tomado la forma que tuvo antaño. En realidad era una ilusión que jamás engañaría a nadie que se acercara lo suficiente y un mago detectaría la fuerza mágica subyacente a distancia. Por ello, extendió sus manos al cielo y las abrió creando una barrera de protección mágica que, aunque no era infranqueable ocultaría la magia de la ilusión que acababa de crear y a él mismo, además de simular que se quería proteger algo. De hecho, estaba obligando a que una fuerza suficientemente poderosa viniera para atravesar la barrera, pero sin mostrar su verdadero poder sino todo lo contrario pues alguien de su condición no hubiera recurrido a ello. Se sentó en silencio y se quedó escuchando el bosque, esperando que picaran el anzuelo.
No tuvo que esperar a que aparecieran un grupo de zeistels. Recordaba bien aquellas aves, veloces exploradores del enemigo que se acercaba y que se había encontrado varias veces en un pasado ya lejano. Aunque hacía tiempo que habían desaparecido de aquellas tierras no se sorprendió al verlos y permaneció quieto, sin dejar su escondite, a la espera que aquellos seres enviados a investigar el origen del la ondas de reconocimiento acabaran de picar el anzuelo. No eran especialmente inteligentes ni tenían grandes habilidades más allá de su velocidad y una vista aguda, así que cuando la primera de ellas se acercó a la ilusión de la cabaña se estampó ante una barrera invisible de protección y quedo aturdida, pudiendo a duras penas remontar el vuelo mientras sus compañeros daban una vuelta de reconocimiento, evitando acercarse demasiado. Sin mostrarse, Veilton usó su magia para lanzar piedras de pequeño tamaño hacía el grupo de zeistels, sin llegar a alcanzar a ninguno de ellos como si de un pequeño grupo de magos inexpertos se tratara. Los zeistels huyeron rápidamente y Veilton sonrió al ver que el plan había funcionado a la perfección.Estaba convencido que morderían el anzuelo y vendrían a atacar dicha lugar. Sólo esperaba que conseguir que fueran hacía allí la mayor parte posible. Se volvió a sentar esperando, ignorando a los zeistels que a una altura considerable sobrevolaban una y otra vez el lugar.

Tras una larga espera empezó a detectar signos de lo que se acercaba. No tenía la habilidad de Drentor pero algo había aprendido del tiempo que habían pasado juntos y el silencio en que se estaba sumergiendo el bosque era una señal inequívoca. Frunció el ceño al notar algo más: la fuerza mágica que se aproximaba no era nada despreciable y no se preocupaba de ocultar su poder, probablemente muy segura de si misma. Aquello confirmaba sus sospechas de que aquella incursión era un asunto muy serio y no se le ocurría ninguna razón excepto que fueran en busca de Artior, lo que llevaba a una pregunta preocupante ¿Como lo habían descubierto? De todas formas eso era algo que debía tratar más adelante puesto que ahora tenía un asunto más inmediato que atender y no especialmente sencillo dado que aunque su poder mágico era superior al que venía, el número del enemigo era considerable y no estaba convencido de que él solo pudiera enfrentarse a todos ellos. Podría huir, pero sabía que si hacía eso el pueblo bosque de Endra tendría serios problemas y, además, tenía plena confianza en que los refuerzos llegarían a tiempo.
De repente se sobresaltó: algo estaba cruzando la barrera mágica. No era una barrera especialmente poderosa pero que alguien hubiera llegado hasta allí sin que pudiera percibir su presencia y hubiera sido capaz de atravesar la barrera no estaba al alcance de cualquiera y podría tratarse de un enemigo peligroso. Sin embargo, la sombra de una poderosa ave que se avalanzó contra el grupo de zeistels reclamando el dominio del cielo le tranquilizó y con un sonrisa dijo:
- Llegas tarde. Creo que hay cierto elfo que se está haciendo viejo
- Pues no digamos de cierto mago que ha hecho una chapuza de barrera mágica que hasta un niño podría atravesar. Por no hablar de como has dejado mi antigua cabaña, podrías haberte esforzado un poco más con el decorado.
Ambos amigos se acercaron y chocaron las manos sonrientes. Los refuerzos había llegado.
- Una batallita como en lo viejos tiempos - dijo Drentor
- Si, ya lo echaba de menos. Los tres contra un ejército, como siempre. ¿Cual es la situación?
- Son unos 500. Unos 400 de ellos llevan algún tipo de armadura pesada, hay otros 100 que caminan ligeros, aparentemente exploradores demior. Diría que no hay arqueros. Me preocupan 5 que caminan en la retaguardia. Parecen magos e incluso yo siento su poder.
- Son poderosos y no lo ocultan, aunque ellos solos no son un problema. Están confiados en encontrar una pequeña resistencia pero muy alejada de su poder. Se llevarán una buena sorpresa pero tendremos que andarnos con ojo.
- Así que esta porquería de barrera es un señuelo - dijo Drentor sonriente - Te sigue gustando montar estos espectáculos.
- Ya sabes que todo por nuestro público. - y volviendo a tomar un rostro serio dijo - ¿Y ellos?
- Estarán bien. Miren es una maga poderosa y Artior es un gran explorador y guerrero. Puede que mejores incluso que nosotros a su edad. Se enfrentan a unos 100, entre guerreros y exploradores, que han formado una línea difícil de traspasar o rodear.
- Una táctica astuta.
- Si. Eso les obligará a ir a través de las cuevas.
- Las cuevas... Hubiera preferido ir con ellos cuando eso ocurriera.
- Y yo. Pero no podemos hacer nada más. Parece que el destino haya querido que ambos hermanos fueran allí nada más conocerse.
- ¿Hermanos? - preguntó Veilton algo sorprendido.
- Si, se reconocieron como hermanos en cuanto se vieron y ambas espadas brillaron como cuando les encontramos por primera vez. Le debemos una cerveza a Irdriem.
- Si, y lo peor es que nos restregará su victoria durante mucho tiempo.
- Si, se pondrá insoportable - rió Drentor.
- Al final ha llegado el momento. Espero que no tengan que enfrentarse a algo demasiado poderoso para ellos. Me pregunto que habrá en esas cuevas.
- Nadie lo sabe. Algunos entraron para investigar pero cuando intentaron ir a las profundidades inexplicablemente acabaron saliendo por el mismo sitio que habían entrado. Veil, se acercan.
Veilton cogió su báculo que estaba clavado en el suelo y Drentor el arco que tenía colgado a su espalda.
- De acuerdo, supongo que abrirán la barrera y caerán sobre nosotros. Está preparada una barrera de verdad que nos cubrirá las espaldas.
- Bien, mis espada y mis flechas se están impacientando. Nos están rodeando: un mago y cien guerreros por cada frente aunque el que viene por el este parece el más poderoso.
- Si, lo es. A ver si Falkyn deja de jugar con los zeistels y nos hecha una mano.
- Ya están aquí.

Cinco descargas de energía se dirigieron hacia la barrera mágica y esta despareció al mismo tiempo que quinientos seres del pasado se avalanzaban sobre ellos.

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domingo, 27 de mayo de 2007

Huida a través del bosque

-¡No corras tanto! - gritó Miren al ver que Artior se alejaba - No puedo seguirte con esta oscuridad
Artior aflojó la marcha. Conocía aquel bosque como la palma de su mano y estaba acostumbrado a recorrerlo sólo o junto a Drentor. La luz de la Luna había desaparecido casi por completo, oculta tras unas nubes que amenazaban lluvia. Él podía moverse perfectamente de noche, pero su recientemente hallada hermana no era una criatura de los bosques.
- Lo siento. Es la costumbre.
- No pasa nada, así está bien. Supongo que te debo parecer un poco torpe.
- No, es normal - Artior sonrió - Tú no has crecido en este bosque
Miren notó algo de nostalgia en la voz de Artior. Comprendía su dolor y lo sentía como si fuera suyo aún cuando ella no había tenido que abandonar su hogar.
- ¿Y no podrías hacer un poco de luz con tu magia? - preguntó Artior recuperando la sonrisa.
- Si, eso no sería un problema, pero me preocupa que puedan descubrirnos
- No hay de qué preocuparse, aún están demasiado lejos. Ya te avisaré cuando tengas que apagarla.
En contra de lo que en ella era habitual, a Miren no le costó confiar en él. No sólo el propio Drentor había dicho que él era un magnífico guía sino que, desde el fondo de su corazón, sabía que podía hacerlo. Sin parar de correr juntó ambas manos rodeando el espacio vacío que tenía ante ella, lo apretó y las separó como dejando escapar una mariposa, apareciendo entre ambas una pequeña llama que ofrecía un suave resplandor y que colocó en su mano izquierda. En realidad, el movimiento de sus manos servía tan solo para facilitar el flujo de la magia y era lo menos importante en el encantamiento mas era todo lo que parecía haber hecho.
- Bonita llama. A pesar de ser un poco torpe mi hermanita es hábil con la magia
Artior dijo aquello alegremente, burlándose de ella y sin fijarse en su rostro. El silencio de ella le hizo temer lo peor: le recordó a cuando se burlaba de Daphny y sabía que tarde o temprano se la devolvería. Un nudo se le formó en la garganta pero cuando se giró ya era demasiado tarde: una bola de nieve impacto en su cara. No obstante, su reacción no fue la esperada pues se puso a reír.
- ¿Qué es lo que te hace tanta gracia? - Preguntó Miren enojada, preparando una segunda bola de nieve.
Sin parar de correr, Artior dejó de reír y una amplia sonrisa iluminó su rostro
- Tendré que ir con cuidado. Es peligroso hacer enfadar a una poderosa maga capaz de crear bolas de nieve de la nada. Una poderosa, irascible y torpe maga - dijo guiñándole un ojo
La segunda bola de nieve se dirigió hacia él pero esta vez estaba preparado y la esquivó con facilidad. Cuando miró a Miren, no parecía enfadada sino que también sonreía divertida
- Es interesante, un objetivo escurridizo. No esperaba menos de mi hermano, pero la próxima vez te enterraré en una montaña de bolas de nieve - dijo con una sonrisa maliciosa, retándole a ello
Artior hubiera deseado aceptar el reto, olvidando el peligro que les acechaba, pero el bosque le indicaba que el enemigo se acercaba. Frenó ligeramente su carrera y miró a la maga con el rostro serio. Señaló su mano izquierda y se puso el dedo índice en los labios, indicando que debían guardar silencio. Con un rápido gesto de su mano, Miren apagó la llama que parecía arder en ella. El enemigo se había acercado y el breve momento de diversión se había desvanecido.
Pasaron unos minutos atravesando el bosque en silencio hasta que Artior se detuvo y se giró hacia Miren. La preocupación que denotaba su rostro indicaba que algo no andaba bien.
- No podremos pasar - dijo Artior en voz baja - Se han separado y cubren el ancho del bosque, con una separación entre ellos de apenas unos metros. Yo podría pasar entre ellos sin problemas, pero por desgracia tú no has crecido en estos bosques y te descubrirían. ¿No podrías hacer un encantamiento de invisibilidad o algo similar?
- Me temo que eso no es posible. Podría conseguir algo similar, pero la magia no puede ocultarse a la magia y percibo cierto poder mágico. Supongo que esto significa que Drentor y Veilton no han conseguido atraerles - dijo preocupada por los que les hubiera podido pasar
- Todo lo contrario. Lo que nos corta el paso no debe ser más de un 10% del total. Hay un gran número que ha tomado otro camino. Estoy seguro que estarán bien, pero me tienen un poco preocupado.
- Y a mi - dijo Miren, sorprendida de que Artior pudiera conocer los movimientos del enemigo cuando ella tan sólo sentía algo de poder mágico a lo lejos. Veilton alguna vez le había hablado sus viajes y de como Drentor era capaz de hacer aquello, pero verlo era diferente.
- No podemos hacer nada por ellos excepto que no tengan que preocuparse de nosotros. Supongo que no nos queda más remedio que ir a las cuevas
- ¿La cuevas?
- Dónde dejaste el caballo comunica con una red de cuevas que hay bajo esta parte del bosque. Existen rumores y leyendas acerca de ellas, aunque lo único que he llegado a ver ha sido unn oso una vez que me perdí de pequeño.
- ¿¡Un oso negro con una cicatriz en el hocico que le dibujaba una extraña sonrisa!? - dijo Miren con voz trémula.
- Si. Me perdí y tenía miedo. Cuando me encontré con el oso casi no podía moverme pero me pareció oír una voz que me decía que corriera, y eso hice: corrí y escapé. Pero... ¿Tú como lo sabes?
- Lo soñé - dijo ella sorprendida - Y te grité que corrieras.
Aquella revelación les dejó atónitos. Se miraron asombrados, se preguntaban como podía haber pasado eso. De pronto Artior giró la cabeza hacia la profundidad del bosque.
- Se están acercando. Démonos prisa.
Se pusieron en marcha, en silencio, pero sin dejar de pensar en ello. Cada vez había más preguntas sin respuesta.
- ¿Y por qué no hemos ido directamente por la cuevas? - preguntó Miren en voz baja
- Nos hemos mantenido cerca, por si era necesario. Pero es un lugar peligroso ya que hay osos que las habitan. Son fáciles de esquivar en el bosque y, de hecho, ellos intentan evitar a la gente. Pero las cuevas no sólo son más estrechas sino que las defienden pues es su hogar. Además, nadie se aventura por ellas si no es imprescindible, así que no las conozco más de lo que he escuchado en algunas historias. Puedo orientarme, pero tendremos que ir con mucho cuidado. También hay leyendas extrañas sobre el lugar, aunque creo que son más que cuentos para asustar a los niños.
Miren asintió con la cabeza. No le gustaban las cuevas ni los osos, de hecho no se podía quitar la imagen de aquel oso que vio una vez en sueños a través de los ojos de su hermano. Lo único positivo es que podría usar la magia sin problemas ya que las paredes de la cueva impedirían que pudiera ser detectada, aunque eso no la consolaba.
Llegaron hasta las inmediaciones de una pared rocosa y Artior se detuvo para abrir la mochila y sacar dos extraños objetos.
- ¿Qué es eso?
- Con la lluvia que ha caído las inmediaciones de la cueva están llenas de barro y no tendremos tiempo de ocultar nuestras huellas. Esto simula las pisadas de un oso y espero que les engañe.
- Pero solo hay dos
Artior se las puso en las botas, cerró la mochila y aún agachado dijo.
- Coge la mochila y sube
Miren sonrió: Era una solución tan evidente que no se le había ocurrido. La mochila pesaba más de lo que hubiera imaginado, aunque pudo cogerla sin dificultad, no sin preguntarse como su hermano era capaz de moverse con tanta agilidad y en silencio llevándola a la espalda. Subió a su espalda y se dirigieron a la cueva.
Unos metros más allá estaba la entrada de la cueva. Ambos la reconocieron y sintieron como si una olvidada pesadilla volviera a ellos pero no había vuelta atrás. Miren se dio cuenta de que el bosque se había quedado en silencio, nada se oía, ni un pájaro, ni un insecto, tan sólo el sonido de las hojas al moverlas el viento.
- Se están acercando - dijo Artior mientras atravesaba la entrada de la cueva - Cuidado con la cabeza.
El aire era húmedo dentro de la cueva al igual que las paredes de roca pero el suelo estaba cubierto de barro proveniente del exterior en el que se veían pisadas que Miren no era capaz de reconocer. Avanzaron unos metros hasta que llegaron al frío y resbaladizo suelo de piedra, dónde Miren se bajó. La cueva era estrecha en la entrada pero se había ensanchado a medida que avanzaban y el techo de la cueva debía de tener más de 5 metros metros de alto aún cuando no podían verlo con claridad. De hecho, apenas podían ver el suelo que pisaban gracias a la tenue luz que llegaba desde la entrada.
- No estamos solos - susurró Artior - La huellas indican que ha pasado un oso no hace mucho por aquí. Y tengo una sensación extraña, la misma que sentí aquella vez que me perdí de niño.
- Yo también lo siento. Yo también lo sentí aquella vez
De pronto un suave resplandor salió de las vainas de ambas espadas. Se miraron incrédulos, algo las había despertado, allí, dentro de la cueva.


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domingo, 20 de mayo de 2007

Adiós

Frente a frente, ambos hermanos se miraban a los ojos sin ser capaces de reaccionar. Nunca antes se habían visto mas tenían la extraña sensación que se conocían desde siempre, como si de algún modo hubieran estado unidos a pesar de la distancia que los separaba. Por su mente pasaron como una exalación sueños y pesadillas que habían sido olvidados y ahora no sólo recordaban con fuerza sino que cobraban sentido. Reconocían el rostro de quien tenían delante como el protagonista de aquellos sueños, recordaban como se habían apoyado en momentos difíciles a aquel ser inexistente que ahora habría cobrado vida...
-Así que hermanos - murmuró Drentor interrumpiendo sus pensamientos - Era una de las posibilidades que barajábamos, pero nos fue totalmente imposible confirmarlo. Sabíamos que entre vosotros había un vínculo fuerte pero desconocíamos cual.
Lo miraron fijamente. Había tantas preguntas que hacer que hubieran querido interrogarle ahí y ahora. Pero...
- Sabéis bien que la situación es complicada y no hay tiempo para explicaciones. - dijo Drentor adivinando sus pensamientos - Es necesario que lleguéis hasta la Fortaleza del Viento lo antes posible, donde estaréis seguros por ahora. Allí Veilton os lo explicará todo.
- ¿La fortaleza del Viento? - preguntó Artior - ¿No es esa la ciudad prohibida de los magos?
- Si - Contestó Miren - Ésa es. Allí es donde vivimos.
- Miren - prosiguió Drentor - ¿Cual es el plan de Veilton?
La maga les explicó que había dejado el caballo en unas cuevas y que Veilton pretendía entretener al enemigo para ayudarles a escapar. Una vez llegaran deberían recoger el caballo y llegar hasta La Fortaleza del Viento, que estaba a unos 3 días a caballo desde allí.
- Muy propio de ese viejo inconsciente - gruñó el elfo. Miren sonrió pues no le eran nuevas las peleas entre aquellos dos viejos amigos - Pretender llevar a un pobre caballo hasta la extenuación, cabalgando sin parar y con dos jinetes. Y encima se quiere llevar la diversión él sólo. - dijo simulando una cara de enfado - Bien, esto es lo que vamos a hacer: tú y Artior os dirigiréis a las cuevas. En lugar de ir directamente hasta la fortaleza, tomaréis el camino de la posada del Viajero Cansado. Allí le pediréis a Grendy un par de buenos caballos frescos para continuar el camino.
- Pero... ¿Como vamos a conseguir que nos de un par de caballos? La última que fuimos allí no nos dejó ni siquiera acercarnos a ellos - se quejó Artior
- Jajajaja - rio Drentor - Esa elfa es una cascarrabias y tiene mucho cariño a sus caballos. Sin embargo es una buena amiga y os ayudará.
- ¿Entonces tu tampoco vienes con nosotros? - Preguntó Miren disgustada
- No, yo iré con Falkyn a buscar a ese mago cabezota. No quiero que se quede con toda la diversión - contestó guiñándole un ojo
- ¿Con Falkyn? ¿Y como llegaremos hasta las cuevas? Yo no estoy segura que pueda encontrar el camino de vuelta, sólo Falkyn lo conoce - Se quejó
- Yo sé llegar hasta ellas - interrumpió Artior
- Miren - dijo Drentor - Artior conoce este bosque mejor que nadie. No podrías encontrar mejor guía en estas tierras. Ahora démonos prisa, no podemos retrasarnos más
Tras decir eso, Drentor salió por la puerta seguido de Miren. Tras ellos, Artior recogió la mochila, el arco y las flechas y salió también por la puerta, girándose para mirar por última vez el que había sido su hogar durante tanto tiempo. Cerró la puerta con suavidad y la acarició, despidiéndose de ella. Había muchos recuerdos allí: las lecciones de Drentor, su primera pesca, su primer arco, aquella vez que llegó lleno de moratones por haberse peleado por Daphny, Daphny... Su imagen se le apareció, sonriendo, provocándole, riéndose de él, besándole... Siempre había sabido que su destino no iba a ser fácil, eso nunca se lo habían ocultado, pero ahora se sentía desolado. Drentor que estaba a su lado le puso la mano en el hombro
- Artior...
Él se giró y lo miró. Tenían que separarse y, aunque de él sólo fuera temporalmente, no pudo reprimir el deseo de abrazarlo
- ¡Abuelo!
Drentor le devolvió el abrazo con cariño.
- Hasta pronto, hijo mío. Ten cuidado
Tras decir eso se separó de Artior, le dijo adiós a Miren inclinando la cabeza y se dirigió a la profundidad del bosque, seguido inmediatamente por Falkyn. Drentor desapareció pronto, pero Altior se quedó mirando en esa dirección hasta que sintió una mano cálida que le pasaba por la espalda y le cogía la cintura
- Vamos hermanito, no tenemos mucho tiempo - Dijo con suavidad Miren. El la miró a los ojos y sonrió
- Vamos hermanita - Se sorprendió a si mismo diciendo eso pues era como si la conociera desde siempre y no tan sólo desde hacía unos minutos. Era como si siempre hubiera estado a su lado y sentía que podía confiarle incluso su vida si fuera necesario
- Resulta extraño tener de repente un hermano y que me parezca normal - Dijo ella expresando los pensamientos de ambos en voz alta. - Es como si siempre hubiera sido así
- Si, es como si siempre hubieras estado a mi lado - contestó él mirándole a los ojos. Y tras decir esto, iniciaron la marcha y desaparecieron.



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lunes, 7 de mayo de 2007

Dos jinetes

Dos jinetes cabalgaban veloces por un camino cada vez más agreste. Se había hecho de noche y llovía suavemente pero la Luna tan sólo estaba parcialmente cubierta y aún iluminaba el camino lo suficiente para cabalgar con rapidez.
- Los hemos dejado atrás - dijo ella
- Si, ellos no pueden moverse tan rápido por el bosque. A este ritmo les sacaremos un par de horas de ventaja, lo que no es mucho.
Miren lo miró. Quería saber que sucedía, a qué se debía todo aquello, que era todo aquel misterio.
- ¿Me explicarás ahora que está pasando? - Inquirió.
El viejo mago tardó en contestar pues la respuesta a la pregunta no era sencilla. Durante unos instantes solo se oyeron los cascos de los caballos y su respiración. Finalmente contestó:
- La historia es larga, y versa sobre tu pasado, sobre como y en que condiciones te encontramos. Y aquello que sucedió antes, de lo que tan sólo conocemos una parte de la historia.
La chica se sobresaltó. Nunca antes le había querido explicar mucho sobre aquello, siempre se había mostrado reacio y siempre acababa diciendo que aún no era el momento. Quizás ese momento había llegado ya. Esperaba que así fuera y por un instante se olvidó de todo lo demás.
- Por desgracia no tenemos tiempo para explicarlo en estos momentos. Pretendía hacerlo una vez hubiéramos llegado a nuestro destino pero parece que mis planes se han torcido un poco. Teníamos que ir a dónde vive Drentor, al que ya conoces, y encontrarnos con él y su ahijado a quien también le deben ser revelados estos sucesos y con quien tienes un vínculo cuya raíz no hemos logrado descifrar.
- ¿No pretenderás encontrarme tú también un pretendiente? - refunfuñó. En realidad estaba cada vez más intrigada pero debido a intentos de encerronas anteriores, no pudo evitar hacer el comentario. También se sentía algo decepcionada por no poder conocer toda su historia, aunque esperanzada de que pronto la sabría.
- Miren... No estoy bromeando - Aunque le hizo gracia y se puso a reír. - Pero... ¿Quién sabe?
Ella lo miró de forma furibunda. Veilton continuó.
- Tendrás que esperar a volver a casa para oír el relato completo, los dos debéis volver. Para ello, necesito que vayas a buscarlo y lo traigas contigo. Él te estará esperando.
- ¿Tendré? ¿No vas a venir conmigo?
- No. Es necesario entretener al enemigo y... me conviene un poco de ejercicio - Dijo con una amplia sonrisa. Al ver la cara de preocupación de ella continuó - Tranquila, nos reuniremos en casa, te lo prometo.
Miren estaba preocupada, aquello no le gustaba nada. Lo que tenía que ser un paseo aburrido y absurdo se estaba convirtiendo en algo muy peligroso y misterioso. Miró al bosque con desconfianza y notó como éste estaba extrañamente silencioso, como si fuera consciente del peligro. Sintió un extraño estremecimiento, pues aún siendo una maga poderosa, nunca se había tenido que enfrentar a un peligro desconocido como aquel. En realidad, nunca había estado antes en verdadero peligro y aquella sensación le era desconocida, una mezcla de miedo, ansiedad y excitación.
- Bien, estoy segura que como siempre sabes lo que haces. - Dijo resignada -¿Como encontraré la cabaña de Drentor? No conozco el bosque y recuerdo que él explicaba que era difícil de encontrar, que estaba bien camuflada.
- Falkyn te guiará, él conoce el camino
Intuitivamente Miren miró hacia el cielo y ahí estaba la silueta del halcón, volando elegantemente por encima de sus cabezas y con la luna tras de él.
- ¿Cuánto hace que ha vuelto? - preguntó sorprendida
- Por lo menos desde que pasamos el puente. Está vigilando los movimientos del enemigo.
El halcón y el viejo mago siempre habían tenido una extraña conexión, quizás telepática pensó ella, si bien es cierto que aquel hermoso animal conseguía hacerse entender cuando quería. La madre naturaleza había sido generosa con él pues era realmente un animal extraordinario, y en ocasiones hubiera jurado que era más inteligente que muchos de sus conocidos.
Siguieron una hora más el camino, tiempo que fue aprovechado por Veilton para explicarle a que tipo de criaturas se enfrentaban y sus puntos débiles, cuales eran los encantamientos más eficaces y a que debía temer. Esperaba que no se tuviera que enfrentar con ellos y que su táctica de distracción funcionara, pero como bien sabía aquellas criaturas eran inteligentes y probablemente no podría atraerlas a todas. Tenía que conseguir que despistar al mayor número posible. De pronto, Veilton vio algo y se detuvo.
- Es aquí - dijo señalando a un viejo árbol retorcido - Aquí nos separamos. Detrás de esos árboles tienen que estar la cuevas que Drentor me indicó. Allí podrás dejar el caballo y recogerlo a la vuelta. Ten cuidado, volver aquí puede no ser tan fácil. - Y añadió mientras hacía girar a su montura - Yo me tengo que ir ya, que mi público me espera - Lo dijo con una amplia sonrisa pero no obstante sintió miedo, miedo por ella. Nunca se había comportado como padre protector y ella se había convertido en una de las mejore y más poderosas magas que conocía, pero le pesaba tener que enviarla de repente a un bosque que ella desconocía, en una misión no exenta de peligro. En el fondo de su corazón era su niña pequeña, la menor de todos sus hijos, aunque ella fuera en realidad adoptiva. La miró tiernamente y repitió:
- Ten cuidado.
- Tú también, papi.
Dio media vuelta y al galope volvió por donde había venido.

Miren encontró las cuevas exactamente dónde Veilton le había dicho. Parecían profundas y dado que temía por la seguridad de su caballo añadió un encantamiento de protección al de camuflaje, lo que le protegería contra cualquier animal salvaje que pudiera aparecer. Salió de la cueva y unos ojos brillantes la miraban fijamente, esperándola. El halcón se había posado en una rama y extendió sus alas al verla salir, dirigiéndose hacia el la espesura del bosque, sin perder tiempo. Miren lo siguió.
El entrenamiento de un mago no excluía la forma física y Miren había tenido que correr largas distancias más de una vez, incluso a través de bosques y terrenos montañosos. No obstante, el bosque de Endra era más frondoso de lo que estaba habituada y, a pesar de que la luna aportaba cierta claridad, no le resultaba fácil esquivar las piedras y raíces. Tampoco le tranquilizaba no reconocer las sombras y sonidos del bosque, aun cuando éste era más silencioso de lo que debiera, o eso le parecía. Por suerte para ella tenía un magnífico guía que volaba con agilidad a través de las ramas de los árboles en la oscuridad de la noche dudar en ningún momento. Confiando en el halcón Miren siguió corriendo a través de la espesura, si mirar atrás.
Tras más de una hora de carrera, la joven maga ya hacía un buen rato que había empezado a sentir cansancio en sus piernas y se preguntaba cuanto faltaría para llegar cuando algo le hizo frenar. Muchas veces se preguntaba que secreto guardaba aquella espada a la que tenía un aprecio muy especial pues era lo único que le unía a un pasado totalmente desconocido, pero por alguna razón sintió su llamada, algo que no sucedía desde hacía muchos años. La sacó de su vaina y una luz azul iluminó el bosque y, a través de ella, le pareció ver a que una pareja la miraba con lágrimas en los ojos, sintió también que más gente miraba hacia allí. De alguna forma supo que eran sus padres, que era su pueblo y, a su lado, había un niño pequeño de su misma edad. La intensidad de la luz decreció y dejó de ver aquellas tierras lejanas, se sintió extraña aunque tranquila y serena. Buscó al halcón con la mirada y lo encontró posado en una rama baja mirándola fijamente. Falkyn le hizo un gesto con la cabeza señalando una colina que tenía delante y Miren se acercó a ella, descubriendo para su sorpresa que era la entrada de una cabaña.
- La cabaña de Drentor- pensó - Podría haber pasado por delante sin darme cuenta - Estaba realmente sorprendida
En ese momento la espada que tenía en su mano volvió a brillar tan sólo un instante, lo que le pareció un latido. Volvió a latir y, dubitativamente, Miren empujó la puerta. Allí encontró a Drentor que la saludaba y, a su lado, había un chico joven blandiendo una espada que emitía una luz roja. Lo había visto antes, estaba segura ¿Pero dónde? Y entonces lo reconoció, lo había visto hacía unos instantes y hacía una eternidad, a su lado, mientras sus padres los miraban. Él también la miraba y en sus ojos vio que también la había reconocido.



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domingo, 29 de abril de 2007

Partida

Artior se levantó de la cama de un salto y llegó a la puerta justo en el instante que su inesperado visitante se acercaba a ella. Había empezado a llover ligeramente pero las nubes no habían cubierto la Luna de Endra, que iluminaba la entrada de la cabaña con su luz plateada. Artior abrió y lo que vio le dejó boquiabierto: una hermosa y joven elfa cuyo cabello dorado y ligeramente humedecido era bañado por la luz de la luna, el resplandor de la cual también iluminaba un sensual cuerpo que se dibujaba en la ceñida ropa de la muchacha. Mientras ella recuperaba el aliento Artior pudo ver como su suave rostro había sido bañado por unas lágrimas que querían volver a aparecer pues sus profundos ojos azules reflejaban una profunda tristeza que nunca antes había visto allí y que se clavaba en lo más profundo de su corazón.
- ¡Daphny...! - Dijo Artior con ternura acercándose a ella.
- ¡...Artior...! - Dijo ella lanzándose a sus brazos y dejando que aquellas lágrimas apenas contenidas volvieran a resbalar por su rostro. Artior, que apenas pudo mantener el equilibrio, la abrazó suavemente mientras ella sollozaba. - ¿Por qué tienes que irte? No quiero que te vayas, yo... yo...
- Daph...
- Oí como Drentor hablaba con padre. Dijo que os teníais que marchar urgentemente y que el pueblo debía de guarecerse en la zona profunda del bosque. Dijo que quizás no volveríais nunca más. Dijo que si quería despedirme que viniera, que mañana ya no habría tiempo. Yo... Yo no quería creerle... Me vine aquí corriendo... Quería verte - Ella le abrazó con fuerza mientras trataba de contener sus lágrimas. Él la abrazaba y sentía como le latía el corazón.
- Yo tampoco querría marchar, pero me temo que no puedo elegir. Es posible que yo os esté poniendo en peligro a todos
- Pero... ¿Porqué dices eso? - Preguntó ella que había dejado de llorar. El tono triste de aquella afirmación le había hecho reaccionar
- Es algo que me dijo una vez Drentor. Lo había olvidado pero todo esto me lo ha hecho recordar. No sé lo que está pasando, pero me temo que tiene que ver conmigo - Ella lo miró fijamente. Conocía aquellos ojos y cada uno de los detalles de su rostro, pues que habían crecido juntos, y la profundidad de aquella tristeza le sorprendió. De pronto cobró consciencia de la situación en la que se encontraba: abrazado a Artior, que la necesitaba, al que necesitaba y al que amaba con toda su alma. Volvía a sentir latir su corazón con fuerza, volvía a sentir que lo deseaba, pero a diferencia de otras ocasiones, no podía esperar, no quería esperar pues probablemente esa fuera la última vez que lo viera.
- Arty - dijo mientras fijaba su mirada en él y cobraba un color ligeramente sonrojado - Quiero que... tú seas... el primero - Lo miró con esa sonrisa dulce, con esos ojos llenos de vida que le hacían temblar de pies a cabeza, lo dijo con esa voz con la que soñaba despierto.
- Daph... - Dijo él mientras se perdía en la profundidad de sus ojos. Sentía la presencia de su cuerpo junto al suyo, como sus pechos se apretaban a su cuerpo, como latían ambos corazones - Sabes que yo soy elfo. Y ni siquiera soy exactamente humano aunque lo parezca. No sé que soy ni dónde pertenezco.
- ...Arty... - Dijo suavemente y con una pícara sonrisa añadió - No discutas la decisión de una elfa
Ella acercó sus labios a los de él, él dejó que se acercaran, y mientras su almas se unían, sus cuerpos se fundieron en un largo beso.


Artior oyó como su Drentor lo llamaba. Recién había amanecido y había dormido profundamente, aunque era consciente de cuando su abuelo había vuelto y de que éste había estado despierto toda la noche, trabajando en algo. Se incorporó de la cama y se quedó unos instantes observando el hermoso cuerpo desnudo de Daphny, como su suave cabello dorado cubría parcialmente sus firmes senos sonrosados, la perfección de la silueta, la suavidad de su piel. Si hubiera sido por él la hubiera despertado de un beso y hubieran vuelto a hacer el amor otra vez, apasionadamente, sus cuerpos otra vez juntos, sus labios junto a los suyos, sus almas otra vez una. Pero sabía que no podía ser, era la hora de despedirse y ese pensamiento se clavó en su corazón como una afilada aguja. Acarició suavemente sus mejillas sonrosadas y ella abrió los ojos poco a poco, se giró hacía él y sonrió mientras se desperezaba. Aquellos hermosos ojos azules que le miraban y el cuerpo de la hermosa elfa que había quedado totalmente al descubierto hicieron que Artior no pudiera apartar la mirada.
-¡Arty! - Dijo ella al darse cuenta, mientras su rostro tomaba un tono rojizo pero sin poder evitar esbozar una sonrisa. El sonrió, se acercó a ella dejando que los brazos de la elfa lo abrazaran y la besó una vez más. Entonces la miró y un sentimiento de tristeza volvió a invadirle, resbalándole una lágrima por su mejilla.
- Me temo que es hora de partir. Drentor me está llamando- Ella lo miró sintiendo también la tristeza en su corazón, pero sonrió y le dio un beso en la mejilla, sin poder evitar tampoco que sus ojos se humedecieran
- Baja mi amor, yo bajaré en un momento.
Artior se vistió rápidamente y bajó las escaleras, girándose para mirarla otra vez, desnuda, hermosa y con sus ojos azules fijos en él.

Abajo le esperaba Drentor, mirando a lo lejos a través de la ventana abierta. Ya había empaquetado sus cosas pero le llamó la atención ver al lado de la puerta el hermoso arco que su padre adoptivo guardaba con especial cuidado. En realidad era un arco sencillo, con tan solo una par de inscripciones en cada uno de los extremos, pero la elegancia de la forma y el color del material con el que estaba construido le hacían misteriosamente bello. Junto al arco, las flechas, hechas por el propio Drentor, pero lo que más le sorprendió fue ver que llevaba en el cinto la espada, la cual nunca llevaba.
Estaba acabando de bajar las escaleras y abrió la boca para decir algo, pero un objeto capturó su mirada: encima de la mesa estaba su propio arco mas, junto a él, había una espada que no había visto nunca. Fuera de su funda, aquella espada de empuñadura dorada parecía llamarle. Por alguna razón no podía dejar de mirarla, en especial a un signo extraño grabado en su hoja que le resultaba muy familiar, aunque no podía recordar dónde lo había visto. Se acercó a ella mirándola fijamente deseando cogerla, asustado y excitado, sentía como si de alguna forma hubiera encontrado algo que había estado buscando desde siempre sin ni siquiera saberlo. Giró la cabeza hacia Drentor, confundido y sin entender que es lo que pasaba.
- Coge TU espada. No temas. Esa espada tiene un vínculo contigo que va más allá de lo que conozco y guarda el secreto de tu origen, pero es sin lugar a duda tuya, pues lleva tu símbolo escrito en su hoja, y no te hará ningún daño.
- ¿Mi símbolo...? - Artior se puso instintivamente la mano en el hombro derecho. Era allí donde había visto antes aquel signo, formaba parte de él y nunca se había preguntado su significado hasta ese momento, y ni siquiera era consciente de él pues era algo normal que había estado allí siempre. Una suave luz roja emanó de la espada y Artior sintió como ésta le llamaba
- Par... parece que esté viva - balbuceó
- Puede que lo esté. Estas espadas guardan más de un secreto. Y os protegieron el tiempo suficiente para que os recogiéramos.
- ¿Os? - preguntó sorprendido. Drentor dudó unos instantes antes de contestar
- Es una larga historia y ahora no hay tiempo. Mi buen amigo te lo explicará todo, pero ahora debemos estar preparados pues los enemigos se acercan y estarán aquí en unas pocas horas - Señaló una nube de pájaros que se levantaba a lo lejos, delatando a quienes estaban atravesando el bosque.
Artior miró un instante a lo lejos pero pronto sus ojos volvieron a posarse en la espada. Sentía su llamada y ya no tenía miedo, alargó la mano y, sin dudarlo, la cogió. Una luz intensa invadió la habitación y Artior sintió como si alguien le abrazara desde más allá del tiempo y el espacio, sintió el calor de una madre que nunca había conocido, el de un padre que le miraba orgulloso, el de un pueblo entero que gritaba su nombre. Entonces la espada dejó de brillar y le pareció que le decía - Algún día lo entenderás.
Se quedó mirando unos instantes la espada, pero ésta parecía inerte, como si nunca hubiera brillado, como si se lo hubiera imaginado. La enfundó y se la colocó en el cinto. Drentor lo miró, le puso una mano en el hombro y le dijo:
- Sé que tú destino no es fácil, y creo que de alguna forma tú también lo sabes. Pero recuerda que no estás sólo.

- ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha sido esa luz? - Daphny bajaba corriendo por las escaleras asustada.
- Daph... No ha sido nada... Yo... La espada...
- Tranquila pequeña. No tienes que preocuparte. - Dijo Drentor suavemente. Ella lo miró, miró a Artior, miró las mochilas y las armas, y el desconsuelo la invadió sin que pudiera evitarlo. Se lanzó a los brazos de Drentor con lágrimas en los ojos mientras decía...
- ¡No os vayáis! ¡No quiero que te vayas tiíto! ¡Ni Artior tampoco! ¿Quién me va a decir que no sé disparar con el arco? ¿Quien me va a hacer el arco que me prometió? ¿Quien se quejará de que no tengo gusto en vestir? ¿A quien sorprenderé cuando están pescando? ¿Quién...? - Drentor la abrazó con cariño, dejándola llorar en sus brazos y esperando que se calmara. Cuando ello sucedió, le secó las lágrimas de los ojos con sus manos y le dijo cariñosamente:
- Mi niña, sabes que tiene que ser así. Sé que nos echarás de menos, aunque quizás no más que nosotros a ti. Quisiera poder quedarnos para siempre o volver pronto pero nos tenemos que despedir aquí. No tenemos mucho tiempo y tienes que volver con los tuyos y guareceros en la seguridad del bosque. Necesitarán a la mejor arquera del pueblo del bosque de Endra.
Ella sonrió. Aunque sabía que le decía aquello para consolarla, aquellas palabras le reconfortaron.
- Tienes que irte enseguida, pero primero he de ir a buscar una cosa. Despídete de Artior.
En cuanto Drentor desapareció tras la puerta, Daphny miró a Artior. Él la miraba, mientras una lágrimas recorría su mejilla
- Estás llorando - le dijo ella con una sonrisa juguetona pero con su rostro aún húmedo. Él siempre se giraba y decía que no era verdad y ella se burlaba de él. Pero está vez se acercó a ella y la abrazó
- Daph...
- Arty...
Sus labios se juntaron una vez más. Aquello era un último beso, un beso de despedida. Sus almas se fundieron una última vez y se dijeron adiós. Abrazados aún, ella dijo suavemente:
- Sabes que no te esperaré.
- Lo sé - dijo él con tristeza
- Y sabes que no te perdonaré que tú me esperes a mi. No quiero cargar con eso. - Dijo simulando estar enfadada
- Eso también lo sé - Sonrió al verle fruncir el ceño
- Pero tampoco se te ocurra olvidarme...
- ¿Como podría olvidarme de una elfa tan molesta y ruidosa - bromeó
- Eres un antipático - se quejó ella. Pero sintió como el la abrazaba más fuerte, como si no quisiera que escapase y ella le correspondió. Y así estuvieron durante unos segundos, unos minutos o una eternidad. Cuando se separaron volvió a aparecer Drentor, como si hubiera estado esperando, y llevaba un paquete entre las manos.
- Había querido esperar hasta tu cumpleaños, pero tendré que dártelo ahora
Daphny cogió el paquete intrigada y lo abrió.
- ¡Tiito! ¡Es una arco precioso! - Lo cogió y extendió su mano como si fuera a disparar - ¡No pesa nada! ¡Es perfecto! ¡Parece hecho a mi medida!
- ¿Parece? - El viejo elfo frunció el ceño aunque no puedo reprimir del todo una sonrisa - ESTÁ hecho a tu medida - Daphny le miró y sonrió.
- Gracias tiito - La elfa se lanzó otra vez a los brazos de su tío llorando de nuevo. Después se separó de él y miró hacia la ventana - Es la hora, ¿Verdad?
- Sí. Debes irte ya.

Dejó el arco apoyado en la pared, volvió a abrazar a Drentor y le dio un beso en la mejilla. - Adiós tiíto - Fue entonces para Artior, le abrazó también y le besó en la mejilla -Adiós Arty- Se giró y se fue hacia la puerta mientras ambos la miraban. De pronto se giró, se lanzó a los brazos de Artior y le besó en los labios, fundiéndose una vez más en un beso apasionado. Tras ello se fue de un salto hacia la puerta, recogió el arco y se marchó corriendo sin mirar atrás, sin dejar que la vieran llorar otra vez.
- ¡Daph! - gritó Artior


Durante un rato guardaron silencio, hasta que el joven volvió a prestar atención a las aves que elevaban su vuelo sobre el bosque a medida que algo avanzaba bajo ellas.
- ¿Que es eso que se acerca? Parece un ejército por el alboroto que están armando. - Dudó un momento y continuó - ¿Es por mi?
- Sí, creo que te buscan a ti o algún rastro y es un ejército de un tipo que esperaba no volver a ver jamás. No te enfrentes a ellos a no ser que no te quede otro remedio, pues aún no ha llegado el momento. Yo les entretendré para facilitarte el camino.
- ¿¡No vienes conmigo!? - Preguntó sorprendido.
- No. Nos encontraremos más adelante, yo me tengo que encargar de unos cuántos asuntos.
- Pero... ¿No te enfrentarás a ellos tú solo?
- Estaría bien, sería entretenido - Drentor sonrió - Pero tranquilo, no estoy tan loco para enfrentarme a ellos yo solo.
- Pero...
- Ya te he dicho que nos veremos más adelante. Ten confianza.
- Entonces... ¿Dónde tengo que ir...? - dijo dándose por vencido. En ese momento oyó algo -Alguien se acerca. Es bastante silencioso, debe ser alguna avanzadilla - dijo preocupado
- Es tu guía y llega justo a tiempo. No conoce muy bien el bosque, así que tendrás que mostrarle el mejor camino a través de él para llegar donde te diga. Nos marchamos ya
Airtor le miró intrigado. Aquello era cada vez más raro. De pronto notó algo extraño, le pareció oír el palpitar de un corazón, sólo una vez y muy fuerte. Miró a su abuelo pero él no parecía haber notado nada
- ¿Qué sucede Artior?
Volvió a oírlo y entonces supo de donde había venido aquello. Sacó la espada de su vaina y los signos de la hoja brillaron y se apagaron. Al cabo de un instante volvieron a hacerlo otra vez, como si el corazón de la espada latiera.
-¿Que... qué sucede? - dijo con la espada en la mano
- Así que lo ha notado.
- ¿El qué?
- Que se está acercando
- ¿El qué? ¿El peligro? ¿El ejército enemigo?
En ese instante se abrió la puerta y una chica de una edad similar a Artior apareció. Intentaba recuperar el aliento y tenía el rostro desencajado, blandiendo una espada en la mano.
- Drentor... - dijo la extraña que parecía conocerle al viejo elfo - Mi espada...
Artior miró fijamente a la extraña, era como si la conociera, y ella se percató entonces de su presencia y lo miró sorprendida. Ambas espadas latieron, con más fuerza, e irradiaron una fuerte luz. Entonces empezaron a comprender.
- ¡Hermano!
- ¡Hermana!


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sábado, 21 de abril de 2007

Una amenaza del pasado

- No lo entiendo, Maestro, ¿Por qué hemos venido a tratar este asunto? Esto no es más que una travesura de algún duende o similar, no entiendo que el Gran Maestro de la Orden tenga que acudir en persona. Incluso que viniera yo resultaría excesivo. ¿Por qué no has mandado alguno de los aprendices como es habitual?
- Querida Miren, ¿Acaso un viejo mago no tiene derecho a dar un paseo? - dijo encogiéndose de hombros
La joven maga frunció el ceño. Sabía que le estaba ocultando algo y tampoco se preocupaba de disimularlo, sino que más bien parecía que le divertía la situación. Decidió no insistir más pues sabía que ese viejo cabezota no daría su brazo a torcer, así que se quedó mirando al horizonte y esperó. Pronto una pequeña alteración de la red mágica que habían extendido alrededor de la zona les hizo saber que un pequeño intruso estaba cerca.
- Parece que la presa se acerca. ¿Preparas tú la captura o necesitas ayuda? - Aquellas palabras tuvieron el efecto esperado y Miren, herida en el orgullo, alzó altiva la cabeza y pronunció un breve encantamiento mientras movía sus manos con una destreza al alcance de muy pocos, provocando que la magia fluyera a través de su cuerpo y se concentrara en sus manos. Para alguien ajeno a la magia, sus movimientos parecerían una danza, bella, armoniosa y muy misteriosa. Un fuerte destello surgió bajó un árbol y una esfera luminosa se alzó, conteniendo algo que se movía con furia en su interior. Miren hizo que la esfera de acercara mientras murmuraba - Eso no parece un duende - Miraba a la criatura atentamente, sin apercebirse del rostro de preocupación y sorpresa que se dibujaba tras la barba blanca de su compañero.

Miren miraba con curiosidad a aquella pequeña criatura de aspecto feroz atrapada en la trampa mágica. Parecía confusa y golpeaba continuamente la esfera intentando liberarse. Intentaba inútilmente rasgarla con las fuertes garras de sus manos e incluso había intentado morder las paredes más de una vez, aunque la forma esférica de su prisión se lo impedía. Nunca había visto un ser con ese aspecto, aunque le recordaba lejanamente a algunos de aquellos temibles seres que asolaron aquellas tierras hace ya bastantes décadas y que tan solo había visto en libros y grabados.
- Es un demior - Dijo una voz profunda detrás suyo. Se giró sorprendida, pues su maestro rara vez hablaba así, pero la expresión de su rostro le confirmó que algo estaba pasando. Aquello había dejado de ser un paseo por el campo
- Estos seres no suelen ir solos - prosiguió - Debe de haberse perdido de un grupo mayor
- ¿Un grupo mayor? ¿De qué?
- De unas criaturas que hace más de 100 años que no aparecen en estas tierra - El tono de Veilton era sombrío y preocupado. - ¿Por qué habrán vuelto?
Se quedaron un momento en silencio. Miren miraba al viejo mago mientras éste estudiaba minuciosamente la criatura. Ésta, de pronto, dejó de pelear contra su celda. Parecía haberse dado cuenta de que era inútil huir e incluso intentar averiguar que había tras esas paredes. Entonces habló:
- ¡Mortales! ¡Liberadme o seréis destruidos! ¡Vendrán a buscarme y os matarán! - La criatura exigía, con cierto desprecio e ira hacia lo que hubiera fuera.
-Tiene miedo - Veilton sonrió - Soltémosla pues. Miren, ocultémosnos tras aquellos árboles y libera a la criatura en cuanto te lo indique.

Miren asintió con la cabeza y siguió a su maestro. No entendía porqué había que liberar a la criatura, y más después de lo que había dicho. Aquella criatura no representaba ningún peligro para ellos pero Veilton nunca actuaba a la ligera y pronto sabría que se proponía.
Se ocultaron tras un fuerte roble que parecía ser tan viejo como el mismo bosque y Miren creo un sencilla barrera mágica para ocultarlos a los ojos de la criatura. Veilton clavó su bastón en el suelo e inició un sencillo conjuro sin ni siquiera mover un dedo pues tan sólo necesitaba pensar en él para que la magia fluyera, algo al alcance de una sóla una persona en aquellas tierras, él. Miró a su discípula para ordenarle que anulara la prisión mágica que mantenía atrapada a la criatura y, mientras ésta caía al suelo y antes de que supiera que estaba pasando, lanzó su hechizo. El demior corrió hacia la espesura de la que había venido nada más notar el suelo bajo sus pies, sin mirar atrás y con la fuerza que le daba el miedo que sentía, perdiéndose pronto entre la maleza.
- ¿Lo seguimos? - preguntó Miren impaciente.
- No. Podrían descubrirnos. Avisemos a la guarnición por la que pasamos esta mañana para que estén alerta, aunque dudo que ese su objetivo. Si han aparecido ahora es por algo muy concreto y nada bueno. Necesitamos saber hacia dónde se dirigen para averiguar sus intenciones y anticiparnos a sus movimientos, así que habrá que esperar. Tendremos que retrasar unos días nuestros planes, pero esto requiere toda nuestra atención.
- ¿Qué planes? - pregunto sorprendida
- ¿No pensarías que habíamos venido sólo a dar una vuelta por el campo...? - Le guiñó un ojo e inició la marcha.

Tras coger sus monturas, se acercaron rápidamente a la guarnición a la que informaron del peligro, insistiendo estuvieran alerta y avisaran a otros puestos. A cualquier otro le hubieran tomado por loco, pero el prestigio del gran mago estaba más allá de toda duda. Estuvieron allí, el tiempo justo y se apresuraron a tomar el camino que llevaba al Este, por el que siguieron hasta que encontraron un pequeño riachuelo de aguas heladas junto al que crecían grandes árboles que ofrecían una inmejorable sombra.
- Éste sería un buen sitio para descansar y comer algo - sugirió Miren aminorando el paso de su montura
- Si, es un buen sitio. Ya es hora de ver el rastro que ha dejado nuestro amigo.
Ambos bajaron de sus monturas y Veilton desplegó un plano de la zona, cerró los ojos y puso su manos sobre el mapa sin llegar a tocarlo. Miren lo observaba en silencio mientras sacaba algo de comer de las alforjas y acariciaba a su negro corcel. Sabía que estaba concentrando para visualizar el rastro mágico y plasmarlo sobre el mapa, conocía cada uno de los pasos a realizar pero ver como lo hacía él era siempre especial. Lo quería como a un padre, pues la había cuidado desde muy pequeña, pero como todos lo que lo conocían sentía una gran admiración por su conocimiento de la magia o incluso más, pues sabía cuan profundo era. Pronto el recorrido de la criatura quedó reflejado en el mapa y Veilton abrió los ojos mirándolo fijamente, como si no se creyera lo que había visto mientras los tenía cerrados.
- ¿Qué sucede? - preguntó Miren
- Se dirijen al bosque de Neirten. ¡Hemos de avisarles!
- ¿A quien hay que avisar?
Veilton la miró. Aún no le había contado cual era el motivo real de su viaje
- Allí es dónde tenía planeado ir. Hay actuar rápido antes de que sea demasiado tarde - Alzo la mano derecha al cielo, lanzando una señal invisible para ojos normales. - Comeremos por el camino. Ves recogiendo mientras yo escribo una nota
Unos minutos más tarde, con todo recogido y dispuesto para marchar, Veilton estaba inmóvil miraban al cielo hasta que una silueta alada apareció en el horizonte. Acudiendo a la llamada invisible un elegante halcón de cola plateada, uno de los seres más rápidos que existían, se dirigía hacia ellos. Aquella ave extraordinaria pertenecía a una estirpe poseedora de una agilidad e inteligencia muy superior a sus congéneres. Se posó con precisión y rapidez en el hombro izquierdo de Veilton mientras éste sacaba la nota y se la acercaba
- Falkyn, viejo amigo, necesito que lleves esta nota urgentemente a nuestro amigo en Neirten, es de vital importancia. - El halcón lo miró y la cogió con una de sus poderosas garras. -Ten cuidado, podría ser peligroso.
Miren observaba con admiración y cariño a aquella ave, la mas espléndida y majestuosa que jamás hubiera visto. Su nombre estaba impresa en más de una leyenda, junto al de su padre adoptivo, y no obstante había sido su compañera de juegos cuando aún era niña. Alargó la mano para acariciar sus suaves plumas mientras Veilton le entregaba el mensaje. El halcón la miró con sus ojos profundos, inclinó ligeramente la cabeza y le dio la impresión que le sonreía. Alzó el vuelo para perderse de vista en unos instantes.
- Me explicarás ahora que está sucediendo - Inquirío la maga
- Te lo explicaré por el camino. Montemos. Hemos de llegar lo antes posible a Neirten así que tendremos que cabalgar toda la noche.- La miró a los ojos y añadió -La situación es peligrosa. Ten a mano tu espada.
Aquel viaje iba de sorpresa en sorpresa y la situación se había tornado más grave de lo ella hubiera podido prever. Subió a su montura e instintivamente puso una mano sobre su espada que parecía hecha a su medida y que era uno de los pocos vestigios que tenía de sus orígenes, que le eran desconocidos. Hacía tiempo que no pensaba en ello, pero por alguna razón ahora lo había hecho, como si tuviera algún tipo de presentimiento. Se pusieron en marcha y pronto dos jinetes se adentraron en la espesura del bosque.


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viernes, 13 de abril de 2007

Un mensaje inesperado

La mayoría de la gente no hubiera podido diferenciarlo del movimiento normal del agua del río, pero su abuelo le había enseñado a conocer e interpretar las sutiles variaciones que rompían la armonía en el aparentemente salvaje y caótico descenso de sus aguas. Movió con suavidad y precisión la caña que tenía entre las manos y, en un instante, un inequívoco tirón le indicó que la presa había caído en la trampa. Sus manos, extrañamente expertas para alguien de su edad, tiraron de la caña sin dar opciones de escapar a un ejemplar de respetable tamaño. Una sonrisa de triunfo se dibujó en su cara. Unos metros más allá, su anciano aunque fornido acompañante sacaba en ese momento su captura del agua y, tras recogerla, se dirigió al joven y con una palmada en la espalda le indicó que era hora de volver. En silencio, invisibles y silenciosos, iniciaron el camino de regreso a casa.


Como dos sombras recorrían un bosque que se conocían palmo a palmo y al que parecían pertenecer. Incluso las propias criaturas del bosque eran a menudo sorprendidas por su repentina aparición. Artior conocía el bosque en el que había crecido y, desde niño, su abuelo le había enseñado a escuchar y comprender cada nuevo sonido, cada nuevo olor, cada cambio en la coloración de las hojas. Rara vez algo le era desconocido en aquella espesura, y nunca por mucho tiempo. Oyó un leve crepitar de unas hojas que le hizo presagiar la aparición de un escurridizo zorro que no tardó en volverse a ocultar tras los matorrales. Inconscientemente, un suave aletear le hizo saber que un petirrojo se escondía tras un gran roble y, mientras tanto, se agachaba para recoger un deliciosas fresas silvestres sin apenas retrasar su marcha. Se sentía seguro en aquel bosque, pues ése era su hogar. Pronto llegaron a una pequeña construcción que hubiera podido pasar desapercibida a quienes no supieran que estaba allí, pues completaba una pequeña colina de forma casi natural y la misma espesura del bosque se encargaba de ocultar la parte más visible. Entraron en ella y se dispusieron a preparar la cena.


- Abuelo, mañana debería acercarme al pueblo para ver si ya ha llegado el encargo que hiciste- Dijo Artior distraídamente mientras preparaba una de las piezas capturadas para la cena
- Mejor sería que esperaras un día más.
- ¿Por qué? Herfren dijo que estaría hoy por la tarde.
- Si, pero me contó que su sobrina Daphny iba mañana a la ciudad y no estará en todo el día - Contesto Drentor, quien no pudo evitar soltar una carcajada al ver color rojo que tomaba la cara de Artior.

Artior no puedo evitar que cierto asombro e incluso un ligero enojo, pero sobre todo vergüenza invadiera su cuerpo. Él que podía ocultarse en el bosque incluso a su abuelo, no podía disimular que aquellas trenzas doradas que se posaban con suavidad sobre los hermosos senos que se adivinaban bajo la ropa ajustada de Daphny, le volvían loco. La conocía desde pequeños, pero este último verano su cuerpo había tomado unas formas que había despertado en él un sentimiento desconocido y que a ella no parecía desagradarle.

- Vamos, no te pongas así - le decía sin poder parar de reír. -Te he visto enfrentarte a un oso, pero no te atreves con ella- Y tras soltar una nueva carcajada siguió afilando unos cuchillos, dejando a un colorado Artior sumido en sus pensamientos.


Un sonido no desconocido, pero si excepcional interrumpió sus pensamientos. Artior miró a Drentor mientras éste, cuyo rostro había tomado un semblante serio, abría una de las ventanas y miraba al horizonte donde empezaba a hacer su aparición la Luna de Endra, que no se mostraría en todo su esplendor hasta la próxima estación, la Estación de Endra.

Mientras preparaba la cena, Artior observaba como algo de preocupación y tristeza aparecía en el rostro de Drentor, habitualmente alegre. No recordaba haberlo visto antes así, ni siquiera las pocas veces que lo veía enfadado o cuando le pegaba bronca, algo muy habitual unos años antes. Era obvio que aquello no era inesperado, pero tampoco carente de importancia. Algo estaba apunto de pasar y tendría que esperar puesto que sabía que de nada servirá de preguntar a su abuelo: de haber querido contarle algo ya lo hubiera hecho.

Tras unos minutos que parecieron eternos, un hermoso y poderoso halcón se posó sobre la repisa. Drentor se acercó, cogió el mensaje que guardaba el ave y ésta se alejó inmediatamente. No era la primera vez que Artior había visto aquella hermosa ave pero siempre antes había permanecido con ellos unas horas hasta recoger el mensaje de respuesta, comiendo algo y dando la sensación de que un viejo camarada estaba de visita. No obstante, aquella vez era diferente y a Drentor pareció también sorprenderle el comportamiento del halcón. Cerró la ventana, desenrolló el mensaje y, para sorpresa de Artior, pronunció con fuerza unas palabras en la lengua de la magia. Aunque en realidad desconocía el pasado de su abuelo, Artior no ignoraba que éste poseía ciertos conocimientos de magia e incluso le había mostrado algo de ella en alguna ocasión, mas cuando le pedía que le enseñara éste se negaba argumentando que ése no era el momento, ni él maestro adecuado. Así pues, lo realmente extraño no era que Drentor usara magia sino que el mensaje estuviera protegido por ella. Realmente algo importante había en ese mensaje para tener la necesidad de ir tan bien protegido.

Drentor frunció el ceño parecía haber algo en esa carta que no esperaba y, tras unos minutos de silencio, finalmente habló:
- La hora finalmente ha llegado, pero los acontecimientos se han desencadenado y tenemos que estar preparados. Cena rápido y prepara tu mochila para un viaje largo, y llévate todo aquello que no quieras dejar atrás, pues puede que tardes mucho en regresar. Mañana será un día largo y necesitará estar descansado, así que no me esperes despierto, yo he de bajar al pueblo ahora. Sé que esto es repentino pero ahora no hay tiempo para explicarlo, mañana hablaremos. Y no te comas toda la cena - dijo guiñando un ojo y volviendo en parte a un expresión jovial. No obstante la preocupación no desapareció de su rostro.

- ¿La hora finalmente ha llegado? ¿A estás horas has de salir...? ¿Qué quieres decir con tardaremos mucho en regresar? - No fue necesario una respuesta. Algo grave ocurría y estaba claro que las respuestas tendrían que esperar al día siguiente. Tras salir Drentor acabó de preparar la cena de mala gana y, tras forzarse a dar cuenta de su parte, preparó el equipaje con cuidado y se fue a dormir, aunque no pudo pegar ojo y apenas descansar.


Al cabo de un par de horas pudo percibir que alguien se acercaba a la cabaña con la respiración entrecortada por el esfuerzo, lo cual le apartó de su pensamientos. No era su abuelo pero lo era en absoluto desconocido ¿Que hacía allí a estas horas?


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Introducción

No es algo nuevo ni escribir una novela ni hacerlo en un blog, de hecho es lo que se le llama blook, y eso es precisamente lo que quiero hacer: escribir una novela, de fantasía épica en este caso.

No sé que tal saldrá puesto que es la primera vez que intento algo así ¿Seré capaz de escribir semi-decentemente o aprender a hacerlo? ¿Seré capaz de llevar a cabo este proyecto? El tiempo lo dirá. Es fácil empezar algo, pero acabarlo ya es harina de otro costal, y más en proyecto de este tipo que requiere cierta constancia y puede alargarse mucho tiempo. Intentaré publicar algo al menos una vez por semana, aunque sólo sean unas pocas líneas o un aviso a quienquiera que lea esto, si es que hay alguien aparte de mi mismo.

La historia está en mi cabeza, parte de ella al menos, plasmarla en palabras y frases es algo que ya veremos que tal se me da. A quienquiera que llegue a leer parte de ella cualquier crítica, sugerencia o comentario será bienvenido.

Saludos

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