sábado, 21 de abril de 2007

Una amenaza del pasado

- No lo entiendo, Maestro, ¿Por qué hemos venido a tratar este asunto? Esto no es más que una travesura de algún duende o similar, no entiendo que el Gran Maestro de la Orden tenga que acudir en persona. Incluso que viniera yo resultaría excesivo. ¿Por qué no has mandado alguno de los aprendices como es habitual?
- Querida Miren, ¿Acaso un viejo mago no tiene derecho a dar un paseo? - dijo encogiéndose de hombros
La joven maga frunció el ceño. Sabía que le estaba ocultando algo y tampoco se preocupaba de disimularlo, sino que más bien parecía que le divertía la situación. Decidió no insistir más pues sabía que ese viejo cabezota no daría su brazo a torcer, así que se quedó mirando al horizonte y esperó. Pronto una pequeña alteración de la red mágica que habían extendido alrededor de la zona les hizo saber que un pequeño intruso estaba cerca.
- Parece que la presa se acerca. ¿Preparas tú la captura o necesitas ayuda? - Aquellas palabras tuvieron el efecto esperado y Miren, herida en el orgullo, alzó altiva la cabeza y pronunció un breve encantamiento mientras movía sus manos con una destreza al alcance de muy pocos, provocando que la magia fluyera a través de su cuerpo y se concentrara en sus manos. Para alguien ajeno a la magia, sus movimientos parecerían una danza, bella, armoniosa y muy misteriosa. Un fuerte destello surgió bajó un árbol y una esfera luminosa se alzó, conteniendo algo que se movía con furia en su interior. Miren hizo que la esfera de acercara mientras murmuraba - Eso no parece un duende - Miraba a la criatura atentamente, sin apercebirse del rostro de preocupación y sorpresa que se dibujaba tras la barba blanca de su compañero.

Miren miraba con curiosidad a aquella pequeña criatura de aspecto feroz atrapada en la trampa mágica. Parecía confusa y golpeaba continuamente la esfera intentando liberarse. Intentaba inútilmente rasgarla con las fuertes garras de sus manos e incluso había intentado morder las paredes más de una vez, aunque la forma esférica de su prisión se lo impedía. Nunca había visto un ser con ese aspecto, aunque le recordaba lejanamente a algunos de aquellos temibles seres que asolaron aquellas tierras hace ya bastantes décadas y que tan solo había visto en libros y grabados.
- Es un demior - Dijo una voz profunda detrás suyo. Se giró sorprendida, pues su maestro rara vez hablaba así, pero la expresión de su rostro le confirmó que algo estaba pasando. Aquello había dejado de ser un paseo por el campo
- Estos seres no suelen ir solos - prosiguió - Debe de haberse perdido de un grupo mayor
- ¿Un grupo mayor? ¿De qué?
- De unas criaturas que hace más de 100 años que no aparecen en estas tierra - El tono de Veilton era sombrío y preocupado. - ¿Por qué habrán vuelto?
Se quedaron un momento en silencio. Miren miraba al viejo mago mientras éste estudiaba minuciosamente la criatura. Ésta, de pronto, dejó de pelear contra su celda. Parecía haberse dado cuenta de que era inútil huir e incluso intentar averiguar que había tras esas paredes. Entonces habló:
- ¡Mortales! ¡Liberadme o seréis destruidos! ¡Vendrán a buscarme y os matarán! - La criatura exigía, con cierto desprecio e ira hacia lo que hubiera fuera.
-Tiene miedo - Veilton sonrió - Soltémosla pues. Miren, ocultémosnos tras aquellos árboles y libera a la criatura en cuanto te lo indique.

Miren asintió con la cabeza y siguió a su maestro. No entendía porqué había que liberar a la criatura, y más después de lo que había dicho. Aquella criatura no representaba ningún peligro para ellos pero Veilton nunca actuaba a la ligera y pronto sabría que se proponía.
Se ocultaron tras un fuerte roble que parecía ser tan viejo como el mismo bosque y Miren creo un sencilla barrera mágica para ocultarlos a los ojos de la criatura. Veilton clavó su bastón en el suelo e inició un sencillo conjuro sin ni siquiera mover un dedo pues tan sólo necesitaba pensar en él para que la magia fluyera, algo al alcance de una sóla una persona en aquellas tierras, él. Miró a su discípula para ordenarle que anulara la prisión mágica que mantenía atrapada a la criatura y, mientras ésta caía al suelo y antes de que supiera que estaba pasando, lanzó su hechizo. El demior corrió hacia la espesura de la que había venido nada más notar el suelo bajo sus pies, sin mirar atrás y con la fuerza que le daba el miedo que sentía, perdiéndose pronto entre la maleza.
- ¿Lo seguimos? - preguntó Miren impaciente.
- No. Podrían descubrirnos. Avisemos a la guarnición por la que pasamos esta mañana para que estén alerta, aunque dudo que ese su objetivo. Si han aparecido ahora es por algo muy concreto y nada bueno. Necesitamos saber hacia dónde se dirigen para averiguar sus intenciones y anticiparnos a sus movimientos, así que habrá que esperar. Tendremos que retrasar unos días nuestros planes, pero esto requiere toda nuestra atención.
- ¿Qué planes? - pregunto sorprendida
- ¿No pensarías que habíamos venido sólo a dar una vuelta por el campo...? - Le guiñó un ojo e inició la marcha.

Tras coger sus monturas, se acercaron rápidamente a la guarnición a la que informaron del peligro, insistiendo estuvieran alerta y avisaran a otros puestos. A cualquier otro le hubieran tomado por loco, pero el prestigio del gran mago estaba más allá de toda duda. Estuvieron allí, el tiempo justo y se apresuraron a tomar el camino que llevaba al Este, por el que siguieron hasta que encontraron un pequeño riachuelo de aguas heladas junto al que crecían grandes árboles que ofrecían una inmejorable sombra.
- Éste sería un buen sitio para descansar y comer algo - sugirió Miren aminorando el paso de su montura
- Si, es un buen sitio. Ya es hora de ver el rastro que ha dejado nuestro amigo.
Ambos bajaron de sus monturas y Veilton desplegó un plano de la zona, cerró los ojos y puso su manos sobre el mapa sin llegar a tocarlo. Miren lo observaba en silencio mientras sacaba algo de comer de las alforjas y acariciaba a su negro corcel. Sabía que estaba concentrando para visualizar el rastro mágico y plasmarlo sobre el mapa, conocía cada uno de los pasos a realizar pero ver como lo hacía él era siempre especial. Lo quería como a un padre, pues la había cuidado desde muy pequeña, pero como todos lo que lo conocían sentía una gran admiración por su conocimiento de la magia o incluso más, pues sabía cuan profundo era. Pronto el recorrido de la criatura quedó reflejado en el mapa y Veilton abrió los ojos mirándolo fijamente, como si no se creyera lo que había visto mientras los tenía cerrados.
- ¿Qué sucede? - preguntó Miren
- Se dirijen al bosque de Neirten. ¡Hemos de avisarles!
- ¿A quien hay que avisar?
Veilton la miró. Aún no le había contado cual era el motivo real de su viaje
- Allí es dónde tenía planeado ir. Hay actuar rápido antes de que sea demasiado tarde - Alzo la mano derecha al cielo, lanzando una señal invisible para ojos normales. - Comeremos por el camino. Ves recogiendo mientras yo escribo una nota
Unos minutos más tarde, con todo recogido y dispuesto para marchar, Veilton estaba inmóvil miraban al cielo hasta que una silueta alada apareció en el horizonte. Acudiendo a la llamada invisible un elegante halcón de cola plateada, uno de los seres más rápidos que existían, se dirigía hacia ellos. Aquella ave extraordinaria pertenecía a una estirpe poseedora de una agilidad e inteligencia muy superior a sus congéneres. Se posó con precisión y rapidez en el hombro izquierdo de Veilton mientras éste sacaba la nota y se la acercaba
- Falkyn, viejo amigo, necesito que lleves esta nota urgentemente a nuestro amigo en Neirten, es de vital importancia. - El halcón lo miró y la cogió con una de sus poderosas garras. -Ten cuidado, podría ser peligroso.
Miren observaba con admiración y cariño a aquella ave, la mas espléndida y majestuosa que jamás hubiera visto. Su nombre estaba impresa en más de una leyenda, junto al de su padre adoptivo, y no obstante había sido su compañera de juegos cuando aún era niña. Alargó la mano para acariciar sus suaves plumas mientras Veilton le entregaba el mensaje. El halcón la miró con sus ojos profundos, inclinó ligeramente la cabeza y le dio la impresión que le sonreía. Alzó el vuelo para perderse de vista en unos instantes.
- Me explicarás ahora que está sucediendo - Inquirío la maga
- Te lo explicaré por el camino. Montemos. Hemos de llegar lo antes posible a Neirten así que tendremos que cabalgar toda la noche.- La miró a los ojos y añadió -La situación es peligrosa. Ten a mano tu espada.
Aquel viaje iba de sorpresa en sorpresa y la situación se había tornado más grave de lo ella hubiera podido prever. Subió a su montura e instintivamente puso una mano sobre su espada que parecía hecha a su medida y que era uno de los pocos vestigios que tenía de sus orígenes, que le eran desconocidos. Hacía tiempo que no pensaba en ello, pero por alguna razón ahora lo había hecho, como si tuviera algún tipo de presentimiento. Se pusieron en marcha y pronto dos jinetes se adentraron en la espesura del bosque.


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