jueves, 14 de junio de 2007

Un estrecho túnel

Ambos hermanos miraron sorprendidos las vainas de sus espadas pues no sólo veían la luz que se emitía a través de ellas sino que sentían su llamada en una lengua que no era la suya, pronunciando unos nombres que no eran los suyos y que, sin embargo, sí que los eran. Atendiendo a esa llamada, ambos sacaron las espadas de sus vainas y dos focos de luz iluminaron la cavidad en la que se encontraban, mostrando el grupo de murciélagos que dormitaban en el techo entre estalactita y estalactita. Era amplia y la luz que lo iluminaba le otorgaba una extraña belleza a la que ninguno de los dos prestaba atención pues estaban absortos observando como el brillo de ambas espadas iba variando, buscándose la una a la otra.
- Es como si buscaran un sincronismo - murmuró Miren - Como cuando estás intentando armonizar la magia para realizar un conjuro complicado o que no conoces muy bien.
- No acabo de comprender muy bien lo que dices, pero a mi me recuerda a como los árboles buscan la luz en el cielo y el agua en la tierra. En realidad se parece mucho al sonido del bosque en primavera, cuando animales y plantas se despiertan, pero en forma de luz.

Ambos siguieron observando unos instantes más, con expectación, intuyendo que algo iba a pasar cuando ambos brillos se encontraran pero no pasó nada. Ambas espadas se quedaron brillando en silencio, con una luz cuya intensidad cambiaba al unísono como si de una sola se tratase, diferentes pero iguales, complementándose la una a la otra pero manteniendo su individualidad. Sin embargo, poco a poco, algo empezó a brillar entre ambas espadas hasta convertirse en un haz de luz que iluminó una de las muchas aberturas en la roca, señalando un pequeño túnel y entrando en él.
- Ese no es el camino que debemos tomar - Miren miró a Artior cuyo semblante era serio y preocupado mientras hablaba - Muchas veces nos han advertido de que si por cualquier circunstancia entrábamos en estas cuevas nunca debíamos ir por los pequeños túneles. Parece ser que forman un laberinto por el que es muy fácil perderse.
- Pero nuestras espadas nos han mostrado ese camino ¿No deberíamos seguirlo?
- Estamos en peligro, nos persiguen y deberíamos seguir el plan, pero... no sé... siento que puedo confiar en esta espada, que quiere mostrarnos algo importante. Miren, tú que la has tenido todo este tiempo, ¿Que piensas?
- La verdad es que muy pocas veces ha dado señales de vida pero cuando lo ha hecho siempre ha sido en momentos importantes, siempre me ha protegido. Además, nos encontraron junto a ellas, forman parte de nuestro pasado y de nosotros. La verdad es que tengo algo de miedo y no me gusta ese agujero diminuto pero más miedo me da no seguir ese camino, no llegar a saber lo que ahí se oculta y perder la oportunidad de conocer lo que nos quiere mostrar. Y... me siento bien cuando brilla, como si me abrazara mi madre... Siento que puedo confiar en ella, que está de mi parte.
- Si, yo también lo siento. Bueno, al menos por ahí no hay osos - dijo mirando la pequeña obertura y encogiendo los hombros - No caben.
Miraron el agujero de medio metro de altura con desconfianza. Era un pequeño, oscuro y frío túnel cuyo final no se veía, pero habían tomado una decisión y no se iban a tirar atrás. Mantenían las espadas desenvainadas, las cuales no habían dejado de emitir un brillo que les permitía ver el túnel con claridad, además de señalarles el camino. Respiraron hondo y se introdujeron en el túnel.

Habían recorrido más de un kilómetro de aquel túnel lleno de ramificaciones por lo que Artior empezaba a temer que no sería capaz de encontrar el camino de vuelta por si mismo en caso de que fuera necesario. No obstante, el haz de luz seguía iluminando la dirección a seguir y tenía confianza en aquella guía. Miró hacia atrás para ver como estaba su hermana. Parecía cansada, con algunos arañazos y la ropa algo rasgada por el largo camino en aquel estrecho túnel por el que se veían obligados a gatear. En realidad él no estaba mucho mejor pues, aún estando habituado a meterse por pequeñas cuevas nunca había tenido que estar tanto tiempo en un túnel como aquel.
Miren le sonrió forzadamente al ver que se giraba. Se sentía algo cansada pero era peor la sensación de sentirse encerrada allí sin ver la salida y sin poder hacer nada excepto gatear. Miró la espada que tenía en la mano cuyo brillo le pareció cálido y reconfortante, como si una madre a la que no había conocido le sonriera a través de él. Pensó en su hogar junto a su padre adoptivo en el que siempre se había sentido segura y en su magia en la que podía confiar, pero no podía evitar dudar de si misma, de no ser capaz de estar a la altura, de ser paralizada por el miedo. En realidad no estaba en esa situación pero aún así sentía impotencia y miedo, miedo de perder el control de si misma en aquel estrecho túnel en el que su magia no le servía para nada, miedo de fallarles a todos.
Miró a su hermano que había vuelto la vista hacia delante otra vez, a ese hermano que había recuperado sin saber que lo había perdido y entonces se olvidó del túnel y de sus miedos. Dentro de su corazón encontró un coraje que desconocía, un valor que ignoraba, una seguridad que anhelaba. Entonces entendió que daba igual que sintiera miedo o que la situación o el enemigo fuera imposible. Por su hermano lucharía hasta el final y, mientras le estuviera a su lado, tendría una razón para luchar más poderosa que cualquier miedo. En ese momento miro cara a cara a su antiguo miedo, al miedo de no estar a la altura que esperaban de ella, al miedo a fracasar, lo miró fijamente y éste desapareció para siempre. Ahora tenía una razón de verdad para seguir adelante.
- Hermanita, ¿Estás bien? - se había parado y parecía como ausente. Ella alzó la cabeza, le miró y sonrió como nunca lo había hecho.
- ¡Mejor que nunca!
A Artior le pareció que había un nuevo brillo en sus ojos, que su aura había crecido.
- ¿Qué haces ahí parado? ¡Vamos!

Artior seguía avanzando por aquel extraño túnel. Nunca había visto uno tan largo y tan uniforme. No era normal que siempre tuviera exactamente el mismo tamaño, el mismo tacto, el mismo olor. Todas su habilidades como explorador resultaban inútiles allí y eso le hacía sentir impotente, sin saber hacia donde iba y confiando únicamente en el haz de luz que le guiaba. Una vez más vio una luz a lo lejos, una vez más deseó con todas sus fuerza que fuera la salida y una vez más el camino señalado era otro. Se pararon otra vez para descansar y Miren se acercó a él y puso su mano sobre los arañazos que cicatrizaron enseguida para después curar los suyos.
- ¿No te he dicho antes que cures primero tus heridas? - Le regañó
- Si, pero no te he dicho que te fuera a hacer caso - Dijo sonriente mientras se curaba la pierna izquierda.
- Bonitas piernas. Es una lástima que seas mi hermana
La maga se sonrojó sorprendida. En realidad era bonita, pensó Artior. Tenía una figura espléndida y atlética, unos ojos profundos y el cabello que llevaba recogido en una cola era de un brillante color negro.
- Seguro que tienes a más de uno detrás de ellas - siguió Artior en tono de burla
- Jajaja. A cientos - dijo ella sonriendo y guiñándole un ojo, pero aún algo sonrojada - Pero mi hermanito tampoco esta mal. Seguro que hay unas cuantas elfas suspirando por él.
El rostro de Artior cambió de golpe. No pudo evitar pensar en Daphny, en su cabello rubio, en sus labios, en su cuerpo desnudo, en su sonrisa, y la tristeza invadió su corazón una vez más.
- Lo siento - dijo Miren al darse cuenta
- No te preocupes - contestó Artior intentando sonreír - Al fin y al cabo he empezado yo
Durante algo más de un minuto hubo un silencio incómodo. Artior parecía triste y su hermana no se atrevía a decir nada. Artior decidió que debían iniciar la marcha de nuevo
- Vamos, es hora de seguir - Dijo gateando de nuevo
- Si - contesto ella sin atreverse a decir nada más
Artior se paró un momento y se giró hacia ella con una sonrisa.
- Pero no creas que te vas a escapar tan fácilmente. Ya averiguaré algo más de tus admiradores cuando lleguemos a la Fortaleza del Viento.
- Ves cuidado con lo que haces, podría tener consecuencias no demasiado agradables para ti - Miren sonreía otra vez al volverlo a ver alegre pero con una bola de nieve amenazante en su mano. Artior soltó una carcajada y continuó el camino. No se había borrado el recuerdo de la elfa pero se sentía mejor.

Fueron alrededor de 2 horas las que estuvieron siguiendo el túnel, gateando por él, descansando en ocasiones, hasta que...
- ¡Miren! ¡Mira! - dijo señalando lo que parecía una salida. Habían ya visto una decenas similares, pero aquella era indicada por el haz de luz, aquella tenía que ser la salida correcta
- ¿La salida al fin? - dijo con voz de cansada.
- No se ve luz ahí, así que no es el exterior, pero por lo menos podremos estirar las piernas. ¡Vamos, rápido!
Se dirigieron tan rápidamente como pudieron al final del túnel. El túnel era un agujero en el suelo de una cavidad enorme que la luz de las espadas no era capaz de iluminar. Se sentían felices de salir de aquel túnel estrecho, de poder caminar con las piernas y no con sus rodillas. Intentaban adivinar que se ocultaba tras aquella oscuridad mientras estiraban sus entumecidos cuerpos cuando se dieron cuenta de que el haz de luz que les había guiado hasta entonces había desaparecido.
- Parece que hemos llegado a algún sitio - dijo la maga - Nuestra guía ha desaparecido
- ¿Pero dónde estamos? No noto ni un murciélago aquí, pero parece ser una caverna inmensa. Ni siquiera veo el techo. ¿Puedes hacer suficiente luz para ver donde estamos?
- Si, por supuesto, necesitaremos mucha luz - dijo pensando en voz alta - Espera... ¿Qué sucede con las espadas?
La luz de las espadas empezó a vibrar, como llamando a alguien. Miraron alrededor, escucharon intentando percibir algo pero nada parecía cambiar, allí nada se movía, allí no había nada aparte de ellos. Entonces las espadas dejaron de vibrar y fueron perdiendo el brillo hasta que se quedaron totalmente a oscuras.
- Hermanita, necesitamos esa luz - dijo Artior algo asustado. No le gustaba estar completamente a oscuras, no sólo de la vista sino del resto de sentidos pues, aparte de su hermana, aquello parecía totalmente vacío, carente de vida.
- Espera, noto algo. Hay magia aquí...
- ¿Donde? - preguntó Artior que también empezaba a notar algo que no era capaz de identificar ¿Era aquello la forma de la magia? Parecía como una suave melodía que no podía oír, de alguna forma era como la armonía del bosque para quien no sabía escucharla. Pensó que tendría que aprender a escuchar la magia.
- Está por todas partes. No parece peligrosa ni poderosa, pero ¿Cómo es posible que aparezca al mismo tiempo por todas partes? ¿De dónde sale?

Poco a poco las paredes, el techo y el suelo de la caverna empezaron a brillar, aumentando de intensidad con suavidad lo que permitió a sus ojos acostumbrarse a la luz sin ser deslumbrados. Aquella caverna era realmente enorme, de piedra pulida sin estalagmitas ni estalactitas, sin desniveles en el suelo. Lo único que parecía estar fuera de lugar era una gran abertura en la roca que estaba bloqueada por enormes bloques de piedra imposibles de mover. Parecía que hubiera habido una entrada allí, pero... ¿Una entrada a dónde? Cuando se giraron obtuvieron la respuesta y una nueva pregunta: una gran puerta se alzaba allí. Parecía tallada en la misma roca y no tenía adornos, ni cerraduras, tan sólo dos enormes signos tallados en la roca que brillaban de un color diferente, uno de un fuerte azul metalizado y otro del color rojo de una puesta de sol.
- Ése es el signo de mi espada - Dijo Miren sorprendida
- Y ése el de la mía.



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