miércoles, 27 de junio de 2007

Batalla junto al antiguo hogar

- Por fin vienen - dijo Veilton sonriendo
- Sé que no es necesario que te lo diga, pero son muchos y podríamos tener problemas - contestó Drentor quien, sin embargo, no parecía demasiado preocupado.
- Si, podrían llegar a ser peligrosos si supieran a quien se enfrentan. Pero no sólo no lo saben sino que están excesivamente confiados.
Tras asentir a las palabras de su amigo, Drentor desenvainó la espada mostrando los símbolos rúnicos grabados en ella. Aquella era Dreistar, la legendaria espada del gran héroe élfico conocido como el señor de los bosques. Era liviana y resistente pero, sorprendentemente para una espada de leyenda, no poseía ninguna magia propia que la hiciera extraordinaria. Mas sí poseía una característica especial: era capaz de guardar magia. No era en sí misma una propiedad excepcional pero luchando junto a un mago de gran poder y en las manos hábiles de un elfo casi invisible, la convertían en el complemento perfecto.
Veilton miró aquella espada con admiración y cierta nostalgia mientras Drentor se la acercaba a sus manos
- ¿Fuego y hielo como les gusta a esos bichos? - preguntó el elfo
- Si, aunque le añadiremos una sorpresita adicional - respondió el mago
- ¿Te he dicho alguna vez que no me gustan tus sorpresitas?
- Si, cientos de veces - ambos dejaron escapar una carcajada mientras el experto mago combinaba magias tan dispares como el frío y el fuego en el filo de la espada, algo al alcance de muy pocos.

- Vienen Unos 40 por cada uno de los 5 direcciones y cuatro de los magos parecen apunto de lanzar algo contra nosotros. El más poderoso de ellos, el que parece ser su líder, está quieto. - Observó Drentor
- Bien, está confiado y no cree necesario intervenir. Muy propio de ellos. Ocúpate de los que llevan armaduras azuladas, que son inmunes al fuego, y yo lanzaré unos aritos de llamas para entretener al resto. Esos monigotes que has montado deberían engañar a esos hechiceros del tres al cuarto desde esta deistancia - dijo mirando a unas figuras de barro de aspecto humano
- Veo que te sigue gustando los planes rebuscados.
- Mientras sigan creyendo que se enfrentan a enemigos inferiores tendremos ventaja y ellos bajas. Mejor no correr riesgos innecesarios. ¿Puedes acertar desde aquí a alguno de los magos?
- No, están muy lejos.
- Lástima. Empecemos entonces.
Drentor clavó la espada en el suelo y sacó el arco mientras Veilton se esforzaba en limitar su poder. Una suave aura de magia apenas imperceptible le rodeó y un semicírculo de fuego se expandió alrededor suyo. Sabía que los magos enemigos habían protegido mágicamente a sus fuerzas y dado que era capaz de percibir con qué poder, dotó a su fuego de la fuerza justa para sobrepasar esa protección, lo justo para eliminar a sus adversarios pero simulando que era ése todo su poder. Y tal como lo planeó así sucedió: más de cien enemigos empezaron a arder bajo sus armaduras, quedando en pie no más de una treintena de seres inmunes al fuego que las certeras flechas de Drentor se encargaron de abatir.
Mientras, por la espalda se oyó un estruendo y aquellos que se abalanzaban por esa zona quedaron atrapados por dos zanjas que se abrieron en la tierra. Las piedras y tierra que antes ocupaban el espacio de aquellas agujeros en el suelo acabaron con los que no había caído en éstos.
- Así que eso es lo que preparaste mientras me esperabas - dijo el elfo
- Tardabas mucho y me aburría. - contestó encogiéndose de hombros - ¿Como están las cosas ahora?
- Han perdido la mitad de sus efectivos. ¡Pero han destrozado mis preciosas esculturas de barro ! - dijo el elfo señalando a los restos que habían sido alcanzados por sendas bolas de fuego.
- Han atacado sin comprobar nada y descuidadamente. La próxima oleada será más peligrosa. Y lo siento por tus obras de arte, que descansen en paz.
- Pues no deberíamos permitirles una segunda ronda. Hay que aprovechar que están confusos y no dejarles que se reorganicen. Acabemos con su líder que parece que ha despertado.
- Muy propio de ti - dijo Veilton con una sonrisa - Supongo que traes una de tus flechas especiales.
- Por supuesto - contestó alargando una al mago - Aquí tienes una de especial esperando ser cargada.
Veilton cogió la flecha en sus manos y la magia fluyó a través de ellas, concentrándose en la punta de aquella flecha, creada por las mismas manos que la espada.
- Parece que nuestro amigo ha percibido algo - dijo Drentor
- Era de esperar. Rellenar tus flechitas no es fácil de disimular
- Ya no importa. Es tarde para él - Dijo Drentor mientras cogía la flecha de las manos del mago y la disparaba hacia el cielo en la dirección del mago enemigo - Yo me ocupo del mago de delante y del grueso de la tropa. Te dejo a ti el resto.
- Siempre te llevas tú toda la diversión - se quejó el viejo mago
Drentor le guiñó un ojo, cogió la espada clavada en el suelo y se lanzó hacia delante, zigzagueando de árbol a árbol. Mientras una flecha alcanzaba su punto álgido e iniciaba su descenso cuando una sombra se abalanzó sobre ella. El halcón la cogió entre sus garras con una gran precisión y a una velocidad vertiginosa se dirigió hacia su objetivo como ya había hecho en otras ocasiones. Totalmente desprevenido del peligro que venía por alto éste estaba trazando sus planes contra un enemigo que le estaba dando más problemas de los esperados. Su anterior confianza en una victoria fácil se había convertido en una ira repartida a partes iguales entre sus enemigos y los ineptos de sus camaradas. Se sentía decepcionado y enfadado e iba a castigar duramente a sus aprendices por su fracaso una vez él, personalmente, se encargara de la victoria final. Su intuición le hizo mirar al cielo para ver como algo se aproximaba a gran velocidad y, a pesar de que una barrera mágica le protegía, sintió miedo, sobretodo cuando le pareció reconocer la silueta de un halcón cabalgando sobre una flecha tal y como contaban aquellas leyendas que nunca había creído, hasta ahora. Hubiera querido huir y esconderse pero ya no tenía tiempo así que alzó su báculo en un intento desesperado de defenderse pero el halcón era demasiado hábil y experimentado y, tras atravesar la barrera mágica sin aparente dificultad, corrigió la trayectoria en una fracción de segundo para evitar el báculo y remontó el vuelo dejando que la flecha siguiera su camino y se clavara en el corazón del mago enemigo.

Cuando el resto de sus compañeros oyeron el estallido ya era demasiado tarde para su líder y tan sólo pudieron ver como Falkyn alzaba el vuelo victorioso. Confusos, irritados y asustados ordenaron a todos los zeistels que atacaran al halcón mas no había tiempo de reaccionar pues una sombra apareció tras un árbol sesgando la cabeza a 5 de ellos, uno tras otro, con una espada que expulsaba fuego, hielo y una luz cegadora cada vez que partía en dos a uno de sus enemigos. Tras ello volvió a desaparecer, como si hubiera sido un fantasma. Cuando volvió ya era demasiado tarde para el mago y aquellos que le rodeaban, pues murieron sin siquiera ver a su enemigo que saltaba sobre ellos desde una rama cercana para luego internarse en el bosque.
El resto de magos ordenaron precipitadamente que siguieran y mataran al osado intruso, por lo que la mayor parte de los que quedaban vivos, unos doscientos, le siguieron hacia el bosque, quedándose ellos con tan sólo unos pocos que les protegieran. Pero sus problemas no habían acabado allí y en el centro de la zona habían estado atacando notaron una fuerza que les desafiaba, una magia más poderosa incluso que la de su difunto líder. Sin capacidad de reaccionar ni valor para enfrentarse a su derrota intentaron huir pero también era tarde para ellos y fueron alcanzados por un poder que no eran capaz de resistir. Apenas lograron ver como los zeistels iban cayendo uno tras otro ante un enemigo superior en agilidad y fuerza, y nunca supieron que el resto de sus tropas morían una a una sin ni siquiera poder ver a quien se enfrentaban, al señor del bosque.

Drentor salió de entre las sombras de un árbol limpiando la espada y las flechas que había recuperado, con el rostro preocupado.
- ¿Que ocurre? - preguntó el mago
- Había un Kreilor. No he podido hacer nada para atraparlo.
- Era de esperar. Llevará noticias a nuestros enemigos de la derrota, pero por ahora ha salido bastante bien ya que no tendrán ninguna noticia sobre los chicos.
- ¿Tienes alguna idea de quien podría haberlos enviado?
- No, pero podrían ser los mismos a quienes nos enfrentamos tiempo atrás.
- ¿Crees que han sido capaces de atravesar la gran barrera? - Dijo Drentor sorprendido - No tenía constancia de que hubiera perdido su poder
- No, eso es imposible. He estado investigando mucho tiempo y quizás, sólo quizás, estábamos equivocados
- ¿Qué quieres decir? - Drentor miraba sin entendiera nada.
- Aún no estoy seguro, pero necesito tu ayuda para que me dejen leer los escritos sagrados del Santuario de Endra lo antes posible.
El elfo lo miró sorprendido. Veilton era un mago respetado también entre los elfos y hubiera conseguido permiso por sí mismo para acceder a dichos escritos aunque hubiera requerido algo de tiempo para conseguirlo.
- ¿Por qué esta urgencia? ¿Por qué ahora?
Veilton abrió su mano y le mostró la insignia que llevaba el líder enemigo.
- Esta insignia ha sido hecha forjada hace poco tiempo y la magia necesaria para hacerlo no pertenece a estas tierras. No pueden haber cruzado la barrera, así que debe venir de otro lugar. Aún no sé exactamente de dónde, pero sospecho que esos escritos pueden contener una pista. Una pista de nuestro verdadero enemigo.
- ¿Quieres decir que puede que todos aquellos años no estuvimos luchando contra el enemigo correcto?
- No. Luchábamos contra él. Lo que no estoy seguro es que fuera quien creíamos que era - contestó el mago enigmáticamente. - Y quizás quienes crearon la barrera lo descubrieron y, por alguna razón, nos dejaron a los chicos.
- Como siempre no se te entiende. Bien, vayamos al templo pues. Pero primero déjame limpiar un poco el bosque: no podemos permitir que el resto de esos bichos causen problemas.
- ¿Cómo? ¿Qué te quieres divertir tú solo otra vez?
- ¿Puedes seguirme por el bosque? - le retó Drentor.
- ¿Lo dudas?

Ambos amigos se internaron en el bosque mientras un halcón los miraba atentamente y, si eso hubiera sido posible, se diría que sonreía.


Creative Commons License

No hay comentarios: