lunes, 4 de junio de 2007

Tres viejos amigos

Sin esfuerzo aparente el corcel llevó velozmente al viejo mago hacia el punto elegido. La mayoría de la gente se sorprendía al ver que tan renombrado mago montara un caballo tan vulgar como aquel, sin saber que no era un caballo cualquiera. Estaba junto a Veilton desde hacía más de 50 años, mucho más de lo que puede llegar a vivir un caballo y raramente se dejaba montar por alguien que no fuera él. Tampoco se le había visto nunca desfallecer o notar cansancio y el resto de caballos, incluso los más orgullosos, le trataban con vehemencia, como a un rey. Veilton bajó de su montura y le acarició suavemente el hocico, tras lo cual se interno en el bosque, mientras el corcel desaparecía por el otro lado.

A través de lo que antiguamente había sido un camino, el viejo mago llegó a una vieja cabaña abandonada. La miró con nostalgia pues había buenos recuerdos guardados entre lo que quedaba de aquellas paredes, de la antigua morada de Drentor. Ahora les haría servicio por última vez.
Clavo su bastón en el suelo, se concentró en él y unas ondas invisibles se expandieron alrededor suyo, volviendo casi al instante.
-Bien - pensó - Tengo tiempo suficiente.
No pudo reprimir una sonrisa tras realizar ese encantamiento ya que aunque era una magia sencilla y muy eficiente tenía un defecto que hacía que no le gustara y por lo que no lo había usado en mucho tiempo: al igual que las ondas mágicas detectaban la presencia de vida, éstas ponían en evidencia a quien las había lanzado pues eran fácilmente detectables. Sin embargo el gran defecto del encantamiento se había convertido en su mayor virtud. El anzuelo estaba lanzado y ahora era necesario que fuera creíble.

Visualizando la antigua apariencia de la cabaña y alzando su bastón ésta fue reconstruida en tan sólo un instante y tomado la forma que tuvo antaño. En realidad era una ilusión que jamás engañaría a nadie que se acercara lo suficiente y un mago detectaría la fuerza mágica subyacente a distancia. Por ello, extendió sus manos al cielo y las abrió creando una barrera de protección mágica que, aunque no era infranqueable ocultaría la magia de la ilusión que acababa de crear y a él mismo, además de simular que se quería proteger algo. De hecho, estaba obligando a que una fuerza suficientemente poderosa viniera para atravesar la barrera, pero sin mostrar su verdadero poder sino todo lo contrario pues alguien de su condición no hubiera recurrido a ello. Se sentó en silencio y se quedó escuchando el bosque, esperando que picaran el anzuelo.
No tuvo que esperar a que aparecieran un grupo de zeistels. Recordaba bien aquellas aves, veloces exploradores del enemigo que se acercaba y que se había encontrado varias veces en un pasado ya lejano. Aunque hacía tiempo que habían desaparecido de aquellas tierras no se sorprendió al verlos y permaneció quieto, sin dejar su escondite, a la espera que aquellos seres enviados a investigar el origen del la ondas de reconocimiento acabaran de picar el anzuelo. No eran especialmente inteligentes ni tenían grandes habilidades más allá de su velocidad y una vista aguda, así que cuando la primera de ellas se acercó a la ilusión de la cabaña se estampó ante una barrera invisible de protección y quedo aturdida, pudiendo a duras penas remontar el vuelo mientras sus compañeros daban una vuelta de reconocimiento, evitando acercarse demasiado. Sin mostrarse, Veilton usó su magia para lanzar piedras de pequeño tamaño hacía el grupo de zeistels, sin llegar a alcanzar a ninguno de ellos como si de un pequeño grupo de magos inexpertos se tratara. Los zeistels huyeron rápidamente y Veilton sonrió al ver que el plan había funcionado a la perfección.Estaba convencido que morderían el anzuelo y vendrían a atacar dicha lugar. Sólo esperaba que conseguir que fueran hacía allí la mayor parte posible. Se volvió a sentar esperando, ignorando a los zeistels que a una altura considerable sobrevolaban una y otra vez el lugar.

Tras una larga espera empezó a detectar signos de lo que se acercaba. No tenía la habilidad de Drentor pero algo había aprendido del tiempo que habían pasado juntos y el silencio en que se estaba sumergiendo el bosque era una señal inequívoca. Frunció el ceño al notar algo más: la fuerza mágica que se aproximaba no era nada despreciable y no se preocupaba de ocultar su poder, probablemente muy segura de si misma. Aquello confirmaba sus sospechas de que aquella incursión era un asunto muy serio y no se le ocurría ninguna razón excepto que fueran en busca de Artior, lo que llevaba a una pregunta preocupante ¿Como lo habían descubierto? De todas formas eso era algo que debía tratar más adelante puesto que ahora tenía un asunto más inmediato que atender y no especialmente sencillo dado que aunque su poder mágico era superior al que venía, el número del enemigo era considerable y no estaba convencido de que él solo pudiera enfrentarse a todos ellos. Podría huir, pero sabía que si hacía eso el pueblo bosque de Endra tendría serios problemas y, además, tenía plena confianza en que los refuerzos llegarían a tiempo.
De repente se sobresaltó: algo estaba cruzando la barrera mágica. No era una barrera especialmente poderosa pero que alguien hubiera llegado hasta allí sin que pudiera percibir su presencia y hubiera sido capaz de atravesar la barrera no estaba al alcance de cualquiera y podría tratarse de un enemigo peligroso. Sin embargo, la sombra de una poderosa ave que se avalanzó contra el grupo de zeistels reclamando el dominio del cielo le tranquilizó y con un sonrisa dijo:
- Llegas tarde. Creo que hay cierto elfo que se está haciendo viejo
- Pues no digamos de cierto mago que ha hecho una chapuza de barrera mágica que hasta un niño podría atravesar. Por no hablar de como has dejado mi antigua cabaña, podrías haberte esforzado un poco más con el decorado.
Ambos amigos se acercaron y chocaron las manos sonrientes. Los refuerzos había llegado.
- Una batallita como en lo viejos tiempos - dijo Drentor
- Si, ya lo echaba de menos. Los tres contra un ejército, como siempre. ¿Cual es la situación?
- Son unos 500. Unos 400 de ellos llevan algún tipo de armadura pesada, hay otros 100 que caminan ligeros, aparentemente exploradores demior. Diría que no hay arqueros. Me preocupan 5 que caminan en la retaguardia. Parecen magos e incluso yo siento su poder.
- Son poderosos y no lo ocultan, aunque ellos solos no son un problema. Están confiados en encontrar una pequeña resistencia pero muy alejada de su poder. Se llevarán una buena sorpresa pero tendremos que andarnos con ojo.
- Así que esta porquería de barrera es un señuelo - dijo Drentor sonriente - Te sigue gustando montar estos espectáculos.
- Ya sabes que todo por nuestro público. - y volviendo a tomar un rostro serio dijo - ¿Y ellos?
- Estarán bien. Miren es una maga poderosa y Artior es un gran explorador y guerrero. Puede que mejores incluso que nosotros a su edad. Se enfrentan a unos 100, entre guerreros y exploradores, que han formado una línea difícil de traspasar o rodear.
- Una táctica astuta.
- Si. Eso les obligará a ir a través de las cuevas.
- Las cuevas... Hubiera preferido ir con ellos cuando eso ocurriera.
- Y yo. Pero no podemos hacer nada más. Parece que el destino haya querido que ambos hermanos fueran allí nada más conocerse.
- ¿Hermanos? - preguntó Veilton algo sorprendido.
- Si, se reconocieron como hermanos en cuanto se vieron y ambas espadas brillaron como cuando les encontramos por primera vez. Le debemos una cerveza a Irdriem.
- Si, y lo peor es que nos restregará su victoria durante mucho tiempo.
- Si, se pondrá insoportable - rió Drentor.
- Al final ha llegado el momento. Espero que no tengan que enfrentarse a algo demasiado poderoso para ellos. Me pregunto que habrá en esas cuevas.
- Nadie lo sabe. Algunos entraron para investigar pero cuando intentaron ir a las profundidades inexplicablemente acabaron saliendo por el mismo sitio que habían entrado. Veil, se acercan.
Veilton cogió su báculo que estaba clavado en el suelo y Drentor el arco que tenía colgado a su espalda.
- De acuerdo, supongo que abrirán la barrera y caerán sobre nosotros. Está preparada una barrera de verdad que nos cubrirá las espaldas.
- Bien, mis espada y mis flechas se están impacientando. Nos están rodeando: un mago y cien guerreros por cada frente aunque el que viene por el este parece el más poderoso.
- Si, lo es. A ver si Falkyn deja de jugar con los zeistels y nos hecha una mano.
- Ya están aquí.

Cinco descargas de energía se dirigieron hacia la barrera mágica y esta despareció al mismo tiempo que quinientos seres del pasado se avalanzaban sobre ellos.

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